jueves, 15 de agosto de 2013

Sistema Dowding



El muro defensivo
De la batalla de Inglaterra se evocan las imágenes de los valientes y solitarios pilotos de la RAF corriendo hacia sus Spitfires en busca de las oleadas de aviones de la Luftwaffe. Aunque esta imagen es correcta, se ha de recordar que estos eran las puntas de una flecha compuesta por un complejo, sofisticado y eficaz sistema de defensa que protegía las islas británicas y que había sido creado unos años antes.

 
            La Unidad de Cazas estaba liderada por el mariscal del aire sir Hugh Dowding, nombrado para este cargo el 14 de julio de 1936, siendo el oficial de alto rango más mayor de la RAF. A principios de la 1ª Guerra Mundial se había incorporado al RFC (Royal Flying Corps) participando en combates sobre el frente occidental, para pasar a mejorar los criterios de instrucción. Fue director de Formación, y estuvo destinado en puestos operativos en Transjordania, Palestina y finalmente a ser miembro del Consejo del Aire para Suministros e Investigación en 1930. Por tanto, sabía lo que era ser piloto, tenía experiencia operativa superior, era capaz de crear y dirigir una fuerza de combate eficaz y había pasado cinco años estudiando las últimas tecnologías disponibles para la fuerza aérea.
            Abstemio y frugal, Dowding detestaba el alboroto y el espectáculo. Su apodo en la RAF era «Stuffy» (acartonado, estirado).
            Así pues, en 1936 Gran Bretaña tenía a un hombre solo, bien es cierto que extraño, al mando de su defensa aérea, con el control directo no sólo de los cazas sino también de la Unidad Antiaérea, la Unidad de Globos y el Cuerpo de Observadores, y con la responsabilidad del suministro, el control, la cobertura informativa y la red de avisos de incursiones. La Unidad de Cazas era afortunada por tener al frente a un hombre que conocía todos los problemas implicados, comprendía la tecnología, había pensado en cómo aplicarla, y era capaz de recurrir a la experiencia práctica obtenida en todos los niveles de las operaciones aéreas.
            En 1937, Dowding encontró el aliado político que necesitaba, cuando Neville Chamberlain asumió el cargo de primer ministro. …[A Chamberlain] le horrorizaba la opinión de Baldwin de que «la única defensa es el ataque, lo que significa que, si quieres salvarte, has de matar más mujeres y niños del más rápidamente que el enemigo». Por tanto, insistía en que el rearme aéreo cambiara sus prioridades y pusiera más énfasis en la defensa con cazas.
            Su ministro de Coordinación de la Defensa, sir Thomas Inskip, desempeñó en esto un papel importante. (…) Guiado por el hecho de que los cazas son más baratos que los bombarderos (…) en vez de recortar también la producción de cazas, incrementó su número y se convirtió en un importante aliado de Dowding.
            (…) El país necesitaba tiempo. Chamberlain lo sabía, y quizá ello tuvo que ver con su deseo de negociar con Hitler sobre Checoslovaquia, en Múnich, en 1938. Sea como sea, prestó un inmenso servicio a su país y al mundo libre al impulsar, en 1937, la creación de la Unidad de Cazas.
            No obstante, todos los cazas del mundo servían de bien poco si no eran capaces de encontrar al enemigo. La experiencia de 1915-18 sugería que esto no era una cuestión trivial. Tampoco estaba claro cómo se podía controlar esos aparatos. Evidentemente, no se les podía hacer despegar sólo con la esperanza de que descubrieran algo sobre lo que mereciera la pena disparar.
            Nadie ha pasado más tiempo pensando sobre estas cuestiones críticas de control y mando que Hugh Dowding, quien se puso a trabajar para crear un sistema que aún se conoce como Sistema Dowding, que ha llegado a nuestros días esencialmente sin cambios. (…)
            La nueva tecnología [llamada «descubrimiento de dirección por radio» o RDF, más conocido como radar] permitía a los operarios expertos calcular cuatro cosas: el tiempo transcurrido entre la emisión de una señal y su recepción revelaba la distancia respecto al objetivo; mediante un dispositivo llamado goniómetro se podía evaluar la posición (es decir, la dirección del vuelo); la forma y el comportamiento del punto luminoso (es decir, la cantidad de interferencia en la señal de radio transmitida) indicaba la fuerza del ataque; y mediante la conexión y la desconexión con distintas antenas receptoras se podía calcular la altura. La calidad de la información dependía decisivamente de la destreza y la experiencia de los operarios, pues tan importante era el cálculo como el criterio. Tenía que trabajar muy deprisa, de lo contrario la información devenía inútil. También actuaban bajo presión, pues de la precisión de sus informes dependían muchas vidas. La presión era mayor si sospechaban, como pronto fue el caso, que las fuerzas hostiles iban derechas hacia ellos. (…)
            El RDF era la primera línea de detección, pero apuntaba lejos de las costas de Gran Bretaña. Una vez tierra adentro, los aviones eran localizados visualmente por el Cuerpo Real de Observadores, organización que Dowing heredó de 1917 (…) Constituía también la principal fuente de los servicios de inteligencia sobre vuelos a baja altura que posaban por debajo de la red de radares siguiendo lo que actualmente es el método estándar para eludir la detección, método no usado sistemáticamente por entonces. En 1940, había unos 30.000 observadores cubriendo el Reino Unido, organizados en puestos de 50 en cada uno de los 31 grupos. Cada puesto tenía una conexión telefónica con el Centro del Cuerpo de Observadores de Horsham, y desde ahí con el cuartel general de la Unidad de Cazas de Bentley Priory.
            El cuartel general de la Unidad de Cazas era el procesador central de toda la información procedente del sistema de avisos de ataques aéreos. Transmitía la información por las fibras nerviosas de la organización de la Unidad, que era sencilla y elástica. Dowding creó tres grupos, cada uno con responsabilidad en el espacio aéreo de un área concreta. El Grupo 11 cubría el sudeste, el Grupo 12 las Midlands (región central), y el Grupo 13 el norte y Escocia. El 8 de julio de 1940, dada la nueva amenaza en la costa sur, se creó el Grupo 10 para cubrir el sudoeste. Los grupos se dividían en sectores, a los que se asignaban letras, aunque por lo general se los conocía por el nombre de su estación de sector, que era el aeródromo que los controlaba. El Grupo 11, cuyo cuartel general estaba en Uxbridge, constaba de siete sectores con las letras A, B, C, D, E, F y Z, controlados desde Tangmere, Kenley, Biggin Hill, Hornchurch, North Weald, Debden y Northolt, respectivamente. Los sectores tenían aeródromos «satélite» más pequeños bajo su control donde había escuadrones estacionados (p. ej., el 10 de julio Kenley albergaba los escuadrones 64 y 615 y controlaba también los escuadrones 111 y 501 en su satélite Croydon). Los campos de aviación pertenecientes a otras unidades militares, como West Malling o Detling, también podían ser utilizados durante las operaciones como bases provisionales o estaciones de repostaje. Ciertos sectores eran capaces de controlar hasta seis escuadrones, pero por lo general eran dos o tres.
            Era en la sala de filtrado de Bentley Priory donde toda la información de los ataques aéreos se recogía, evaluaba y comparaba con vuelos amigos conocidos. Una oficina de filtrado daba a cada incursión un número, y a continuación transfería la trayectoria a la sala de operaciones y al mismo tiempo a los controladores de grupo, que la pasaban a las estaciones del sector. Los sectores la hacían llegar al Cuerpo de Observadores. En esencia, por tanto, los datos fluían desde la periferia al centro, que los procesaba y convertía en información que distribuía por la organización. (…)
            La propia Unidad de Cazas no tomaba ninguna decisión táctica sobre los combates aéreos. El mando operativo dependía de los grupos, que eran quienes decidían cuándo la dirección del ataque estaba clara y cuándo enviar qué aviones. Pasaban las órdenes a los sectores especificando qué aparatos había que manda y qué incursiones había que interceptar. Los sectores eran, pues, responsables de poner sus aparatos en contacto con el enemigo, especificando la dirección y la altura a la que debían volar. Así pues, el grupo tomaba las decisiones tácticas: determinaba los objetivos de sus acciones, cuándo atacar y qué fuerzas utilizar. El sector tenía la responsabilidad táctica de desplegar estas fuerzas guiándolas hacia el enemigo y proporcionándoles una ventaja táctica. También eran responsables de hacer regresar a los pilotos, ayudándoles a orientarse y diciéndoles dónde aterrizar, no forzosamente en su aeródromo de origen. Los identificaban gracias a la IFF (Identificación de amigo o enemigo), que modificaba la seña de los cazas británicos en el radar y los localizaban gracias a un aparato de radio denominado «pitido-chirrido».
            En la Unidad de Cazas, los grupos y los sectores, el trazado de trayectorias se hacía de manera similar. En el centro de cada sala había una mesa grande con un mapa cuadriculado dibujado encima en el que se apreciaban los límites del grupo y del sector y los aeródromos. Las trayectorias de las incursiones hostiles eran trazadas por la Fuerza Aérea Auxiliar de Mujeres (WAAF), que trabajaba en tres turnos de unas diez horas (…) iban equipados con auriculares telefónicos y rastrillos de crupier con los que movían bloques pequeños de madera correspondientes a los distintos ataques. (…) Los bloques que representaban las incursiones tenían números encajados que aludían a la designación del taque – por ejemplo, H06 para «hostil 6» –, y debajo un cálculo aproximado de la fuerza – por ejemplo, «30+» –, para poner de manifiesto el tamaño mínimo indicado con valores positivos por la señal luminosa del radar. Detrás de los bloques se colocaban flechas indicadoras de la dirección del ataque. (…)

            Por encima (…) dispuestos en una especie de anfiteatro, lo que Churchill llamaba «platea alta», estaban los hombres que utilizaban la información suministrada por las mujeres. En una estación de sector había normalmente ocho, cada uno de los cuales tenía una función específica. En el centro se colocaba el controlador principal, que verificaba los escuadrones con base en la estación del sector. A su izquierda estaba un controlador adjunto que se ocupaba de otros escuadrones y flanqueándolos a ambos se hallaban dos controladores ayudantes, uno que escuchaba por radio a los otros sectores y el otro que se encargaba de los salvamentos aeronavales. A los lados de los controladores ayudantes había «Ops (operario) A», que estaban en contacto permanente con el grupo y «Ops B», que reunía a los pilotos dispersos y los hacían despegar con urgencia. En las alas del anfiteatro había oficiales de enlace que estaban en contacto directo con el cuartel general del Cuerpo de Observadores y la Unidad Antiaérea, respectivamente.
            Se empezó a trabajar en el sistema en 1937, y en 1940 aún se estaba perfeccionando y afianzando (…) Resolvió a las mil maravillas el problema de manejar cantidades ingentes de datos procedentes de una gran variedad de fuentes en un período muy breve de tiempo y el de utilizarlos para ejercer un control sobre los combates. Se trataba de un sistema para gestionar el caos. (…) Sus enormes méritos y su éxito final en la práctica cabe atribuirlos a diversos factores.
            Primero, su estructura organizativa era sencilla y las funciones estaban muy claras. (…) Bentley Priory distribuía información a un tiempo en grupos y sectores, y estos últimos podían conectarse con Grupos de Observadores locales en cuanto se enteraban de que pasaba algo en su zona. (…) Aunque se utilizaba para transmitir órdenes hacia abajo por la cadena de mando, también estaba concebida para permitir que alguien del sistema averiguara lo que quería, cuando quisiera, de cualquier otro (…)
            En segundo lugar era sólida. Las comunicaciones pasaban principalmente por el sistema telefónico existente en el país. (…) Las propios torres de radar parecían vulnerables, pero después demostraron ser muy resistentes a os bombardeos. Eran diana pequeñas, desagradables –los pilotos tendían casi instintivamente a cambiar de dirección cuando veían una masa de alambres que se acercaba –, y, lo más importante de todo, al ser construcciones de acero al descubierto no recibían de lleno ningún impacto, sino que facilitaban la dispersión de la carga explosiva, pero incluso entonces hacía falta suerte para estropearlas de manera sustancia. (…) Y si se alcanzaban las líneas eléctricas o de teléfono eran rápidamente reparadas.
            En tercer lugar, era flexible. Los controles de sectores y grupos eran muy elásticos, de modo que Dowding podía trasladar escuadrones con facilidad de un lado a otro. (…) También existía flexibilidad en el mando durante la batalla, pues tanto los grupos como los sectores podían asumir el control provisional de escuadrones de otro. Cada grupo podía pedir el apoyo de cualquier otro en cualquier momento. (…)
            En cuarto lugar, estaba dirigido con arreglo a un sistema riguroso de medidas de rendimiento, la mayoría de las cuales basadas en el tiempo, de modo que se veía sometido a mejoras continuas.
(Págs. 82 a 91)


Cuando la Wehrmacht llegó a las costas del Canal tras su fulminante y sorprendente (incluso para ellos mismos) victoria sobre Francia, la Luftwaffe empezó a lanzar ataques sobre Gran Bretaña con el objetivo de destruir a la RAF, topándose con un sólido muro defensivo que era el Sistema Dowding. 

Su derrota fue el preludio del fin del III Reich.


Libro: La batalla de Inglaterra
Autor: Stephen Bungay
Editorial: Ariel.

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