No
podemos negar la semejanza física de Charlot y Hitler, así como no podían haber
sido dos personajes tan diferentes. ¿Es legítimo decir que hubo un
enfrentamiento entre estas dos figuras tan antagonistas? Esto es de lo que
trata el reportaje ‘El vagabundo y el dictador’ que nos cuenta el rodaje de la
película ‘El Gran Dictador’, impulsada por Charles Chaplin, posiblemente uno de
los más grandes artistas y más amados de su tiempo, que ridiculizaba a uno de
los dictadores más despiadados y odiados: Adolf Hitler. Esta es la curiosa
lucha entre estas dos figuras del siglo XX.
Charles
Spencer Chaplin nació el 16 de abril de 1889, mientras que Adolf Hitler lo
hiciera el 20 de abril del mismo año. Nacieron en la misma semana. Uno se hizo
famoso con su antihéroe universal Charlot que era un vagabundo, el otro fue un
vagabundo de verdad. Mientras uno se convertía en uno de los actores más
famosos y ricos del mundo, el otro se hacía con el poder de Alemania por culpa
de una crisis económica que provocó que una barra de pan costara un millón de
marcos. Una vez en el poder negó el individualismo de las personas en contra de
la supremacía del estado, mientras tachaba al actor británico de judío, algo
que Chaplin nunca negó. En cambio Charlot en ‘Tiempos modernos’ hacía una
alegoría de la era industrial y un alegato en contra de las condiciones de los
obreros industriales. En octubre de 1938 la perversidad del nazismo, con sus
persecuciones anti-judías y la escalada hacia la guerra, junto a la pasividad
de las democracias, hicieron decidir a Chaplin el producir, escribir, dirigir y
protagonizar una película, su primera íntegramente hablaba, que ridiculizaría a
Hitler desde la sátira y desenmascararía el totalitarismo desde las ideas de
paz y libertad, como dijo Joan B. Culla.
Las
reacciones fueron en su mayoría contrarias: la industria del cine no quería
enemistarse con Alemania, uno de sus mayores mercados y en Gran Bretaña dentro
de su política de apaciguamiento dijo que al prohibiría. Cuando a Chaplin le
decían que no la hiciera por que Hitler se pondría furioso contestaba: “me importa
un rábano que se ponga furioso. No puede ser peor de lo que es ahora”. No se
amilanó y la produjo en solitario, a pesar de sospechar que tendría problemas
con su distribución. Momento en que Roosevelt envió a Harry Hopniks (su
principal asesor personal) a hablar con el cineasta para comunicarle que el
presidente estaba completamente a favor del proyecto y que se encargaría de que
se pudiera distribuir en todos el país.
La
filmación empezó el 9 de septiembre de 1939, pocos días después del inicio de
la 2ª Guerra Mundial. El discurso final con su llamamiento a la paz y la
sensatez, pieza clave de la película, lo retocó mientras los panzers invadían
Francia. El mismo día que Chaplin filmaba la escena, Hitler victorioso visitaba
París. Perfeccionista a la hora de rodar todas las escenas, hizo reconstruir el
decorado del gueto para repetir varias de ellas, alargando el rodaje y la
producción 559 días.
Como
dice Joan B. Culla, profesor de historia contemporánea de la Universidad
Autónoma de Barcelona, en la introducción del programa: “El Gran Dictador se
estrenó en Londres en el otoño de 1940 como un formidable antídoto contra las
bombas alemanas. Y contribuyó tanto o más que muchas divisiones militares en el
desmoronamiento del nazismo. Por lo menos en su desmoronamiento moral”.
La
película tiene momentos inolvidables: la escena de las sillas de barbero con
Adenoid Hynkel (Adolf Hitler) y Benzino Napolini (Benito Mussolini), el
discurso de Hynkel donde los micrófonos se inclinan, el afeitado al son de la
danza húngara nº 5 de Brahms y sobre todo en la escena final con el discurso de
Charles Chaplin (que no tanto de su barbero judío que interpretaba). Pero
seguramente es el baile de Hynkel con la bola del mundo sea una de las más
recordadas. Y como sucede otras veces en la historia, cuando los soviéticos
llegaron al despacho de Hitler en la Reichskanzlei,
la Cancillería del Reich en Berlín, uno de los pocos objetos intactos que
encontraron fue el globo terráqueo, semejante con el que Hynkel juego a dominar
el mundo.
La
gran pregunta que uno se hace es: ¿Hitler vio ‘El Gran Dictador’? Según las listas
de las películas proyectadas para el Führer
aparece dos veces. No sabemos que opinó de ella, pero sí podemos decir que ‘El
Gran Dictador’ sirvió para qué millones de personas rieran en una época en que
la locura y la oscuridad dominaban el mundo y aun lo hace tras 73 años de su
estreno. Chaplin se había enfrentado a Hitler cuando nadie más lo había hecho,
y lo hico con las armas que tenía a su alcance: la sátira inteligente que hace
pensar y sobre todo hace perder el miedo al tirano.
El reportaje:
Además
de esta singular lucha entre los dos personajes, una de las características más
interesantes del documental son las imágenes del rodaje tomadas por Sydnet
Chaplin, el hermanastro de Charles, con una cámara amateur de 16 mm y con
carrete de color. De esta manera podemos ver como se rodó la película, incluida
una escena final alternativa donde los soldados dejaban las armas, para empezar
a bailar una danza popular y que no se incluyó en el metraje definitivo.
También recoge los testimonios del hijo de Charles Chaplin: Syd Chaplin, así
como del cineasta Sydney Lumet, el escritor Ray Bradbury o la historiadora Gitta
Sereny, entre otros.
Aproximación
personal:
Uno
de los mejores programas de divulgación histórica y cultural de la televisión
ha sido ‘Segle XX’ del Canal 33 en la televisión autonómica catalana. Dirigido
y presentado por Joan B. Culla, profesor de historia contemporánea de la
Universidad Autónoma de Barcelona, cada semana emitía un documental sobre un acontecimiento
del siglo XX, todos ellos de extraordinaria calidad y muchos sorprendentes,
donde a veces es tan interesante la introducción de Culla que el propio reportaje.
Y uno de estos fue ‘El vagabundo y el dictador’, una historia curiosa, donde
nos muestran el enfrentamiento “con armas desiguales” en palabras de Culla,
entre Chaplin e Hitler.
Como
ya dije en mi primera reseña de ‘Un escritoren guerra’, lo primero que todo dictador prohíbe siempre será la
libertad de expresión. Y la sátira y la risa son armas muy peligrosas contra
cualquier totalitarismo. Como dice Ray Bradbury en el reportaje: “la comedia es
la mejor arma para atacar un régimen totalitario. No lo soportan porque así la
gente se puede reír” y yo añadiría que al reírse la gente pierde el miedo y es
más fácil enfrentarse a ellos. Por eso es tan necesaria también ahora, donde la
democracia que vivimos parece estar amenazada por la soberbia y la arrogancia
de nuestros políticos, porque si nos reímos de ellos les perderos el respeto
que ellos mismos han corrompido y no se merecen.
La
película en sí es espeluznante, ya que nos muestra con humor e inteligencia, la
barbarie del nazismo: los pogromos contra los judíos, la intolerancia, las
ansias de guerra. El mismo Chaplin dijo que si hubiera conocido la extensión de
los crímenes de Hitler, no hubiera rodado la película. Personalmente le
agradezco que se embarcara en ‘El Gran Dictador’, una obra magistral y
necesaria para remover las consciencias y definir moralmente entre el bien y el
mal. Y lo hace con la mayor y más poderosa arma que tiene el hombre: su
inteligencia. Porque hacer reír, no es fácil. Hacerlo con inteligencia y al
mismo tiempo hacernos pensar, mucho menos.
Ll. C. H.
Links del documental:
Puntuación: 5 (sobre 5)
Título original: The tramp and
the dictator
Duración: 58 minutos
Año: 2002
Dirección: Michael Kloft
& Kevin Brownlow
Guión: Kevin Brownlow y
Christopher Bird
Productora: BBC
Presentador: Kenneth Branagh
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