jueves, 18 de julio de 2013

El vagabundo y el dictador



Chaplin contra Hitler



No podemos negar la semejanza física de Charlot y Hitler, así como no podían haber sido dos personajes tan diferentes. ¿Es legítimo decir que hubo un enfrentamiento entre estas dos figuras tan antagonistas? Esto es de lo que trata el reportaje ‘El vagabundo y el dictador’ que nos cuenta el rodaje de la película ‘El Gran Dictador’, impulsada por Charles Chaplin, posiblemente uno de los más grandes artistas y más amados de su tiempo, que ridiculizaba a uno de los dictadores más despiadados y odiados: Adolf Hitler. Esta es la curiosa lucha entre estas dos figuras del siglo XX.

Charles Spencer Chaplin nació el 16 de abril de 1889, mientras que Adolf Hitler lo hiciera el 20 de abril del mismo año. Nacieron en la misma semana. Uno se hizo famoso con su antihéroe universal Charlot que era un vagabundo, el otro fue un vagabundo de verdad. Mientras uno se convertía en uno de los actores más famosos y ricos del mundo, el otro se hacía con el poder de Alemania por culpa de una crisis económica que provocó que una barra de pan costara un millón de marcos. Una vez en el poder negó el individualismo de las personas en contra de la supremacía del estado, mientras tachaba al actor británico de judío, algo que Chaplin nunca negó. En cambio Charlot en ‘Tiempos modernos’ hacía una alegoría de la era industrial y un alegato en contra de las condiciones de los obreros industriales. En octubre de 1938 la perversidad del nazismo, con sus persecuciones anti-judías y la escalada hacia la guerra, junto a la pasividad de las democracias, hicieron decidir a Chaplin el producir, escribir, dirigir y protagonizar una película, su primera íntegramente hablaba, que ridiculizaría a Hitler desde la sátira y desenmascararía el totalitarismo desde las ideas de paz y libertad, como dijo Joan B. Culla.

Las reacciones fueron en su mayoría contrarias: la industria del cine no quería enemistarse con Alemania, uno de sus mayores mercados y en Gran Bretaña dentro de su política de apaciguamiento dijo que al prohibiría. Cuando a Chaplin le decían que no la hiciera por que Hitler se pondría furioso contestaba: “me importa un rábano que se ponga furioso. No puede ser peor de lo que es ahora”. No se amilanó y la produjo en solitario, a pesar de sospechar que tendría problemas con su distribución. Momento en que Roosevelt envió a Harry Hopniks (su principal asesor personal) a hablar con el cineasta para comunicarle que el presidente estaba completamente a favor del proyecto y que se encargaría de que se pudiera distribuir en todos el país.

La filmación empezó el 9 de septiembre de 1939, pocos días después del inicio de la 2ª Guerra Mundial. El discurso final con su llamamiento a la paz y la sensatez, pieza clave de la película, lo retocó mientras los panzers invadían Francia. El mismo día que Chaplin filmaba la escena, Hitler victorioso visitaba París. Perfeccionista a la hora de rodar todas las escenas, hizo reconstruir el decorado del gueto para repetir varias de ellas, alargando el rodaje y la producción 559 días.

Como dice Joan B. Culla, profesor de historia contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona, en la introducción del programa: “El Gran Dictador se estrenó en Londres en el otoño de 1940 como un formidable antídoto contra las bombas alemanas. Y contribuyó tanto o más que muchas divisiones militares en el desmoronamiento del nazismo. Por lo menos en su desmoronamiento moral”.

La película tiene momentos inolvidables: la escena de las sillas de barbero con Adenoid Hynkel (Adolf Hitler) y Benzino Napolini (Benito Mussolini), el discurso de Hynkel donde los micrófonos se inclinan, el afeitado al son de la danza húngara nº 5 de Brahms y sobre todo en la escena final con el discurso de Charles Chaplin (que no tanto de su barbero judío que interpretaba). Pero seguramente es el baile de Hynkel con la bola del mundo sea una de las más recordadas. Y como sucede otras veces en la historia, cuando los soviéticos llegaron al despacho de Hitler en la Reichskanzlei, la Cancillería del Reich en Berlín, uno de los pocos objetos intactos que encontraron fue el globo terráqueo, semejante con el que Hynkel juego a dominar el mundo.


La gran pregunta que uno se hace es: ¿Hitler vio ‘El Gran Dictador’? Según las listas de las películas proyectadas para el Führer aparece dos veces. No sabemos que opinó de ella, pero sí podemos decir que ‘El Gran Dictador’ sirvió para qué millones de personas rieran en una época en que la locura y la oscuridad dominaban el mundo y aun lo hace tras 73 años de su estreno. Chaplin se había enfrentado a Hitler cuando nadie más lo había hecho, y lo hico con las armas que tenía a su alcance: la sátira inteligente que hace pensar y sobre todo hace perder el miedo al tirano.


El reportaje:
Además de esta singular lucha entre los dos personajes, una de las características más interesantes del documental son las imágenes del rodaje tomadas por Sydnet Chaplin, el hermanastro de Charles, con una cámara amateur de 16 mm y con carrete de color. De esta manera podemos ver como se rodó la película, incluida una escena final alternativa donde los soldados dejaban las armas, para empezar a bailar una danza popular y que no se incluyó en el metraje definitivo. También recoge los testimonios del hijo de Charles Chaplin: Syd Chaplin, así como del cineasta Sydney Lumet, el escritor Ray Bradbury o la historiadora Gitta Sereny, entre otros.


Aproximación personal:
Uno de los mejores programas de divulgación histórica y cultural de la televisión ha sido ‘Segle XX’ del Canal 33 en la televisión autonómica catalana. Dirigido y presentado por Joan B. Culla, profesor de historia contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona, cada semana emitía un documental sobre un acontecimiento del siglo XX, todos ellos de extraordinaria calidad y muchos sorprendentes, donde a veces es tan interesante la introducción de Culla que el propio reportaje. Y uno de estos fue ‘El vagabundo y el dictador’, una historia curiosa, donde nos muestran el enfrentamiento “con armas desiguales” en palabras de Culla, entre Chaplin e Hitler.


Como ya dije en mi primera reseña de Un escritoren guerra, lo primero que todo dictador prohíbe siempre será la libertad de expresión. Y la sátira y la risa son armas muy peligrosas contra cualquier totalitarismo. Como dice Ray Bradbury en el reportaje: “la comedia es la mejor arma para atacar un régimen totalitario. No lo soportan porque así la gente se puede reír” y yo añadiría que al reírse la gente pierde el miedo y es más fácil enfrentarse a ellos. Por eso es tan necesaria también ahora, donde la democracia que vivimos parece estar amenazada por la soberbia y la arrogancia de nuestros políticos, porque si nos reímos de ellos les perderos el respeto que ellos mismos han corrompido y no se merecen.

La película en sí es espeluznante, ya que nos muestra con humor e inteligencia, la barbarie del nazismo: los pogromos contra los judíos, la intolerancia, las ansias de guerra. El mismo Chaplin dijo que si hubiera conocido la extensión de los crímenes de Hitler, no hubiera rodado la película. Personalmente le agradezco que se embarcara en ‘El Gran Dictador’, una obra magistral y necesaria para remover las consciencias y definir moralmente entre el bien y el mal. Y lo hace con la mayor y más poderosa arma que tiene el hombre: su inteligencia. Porque hacer reír, no es fácil. Hacerlo con inteligencia y al mismo tiempo hacernos pensar, mucho menos.

Ll. C. H. 

Links del documental: 



Puntuación: 5 (sobre 5)
Título original: The tramp and the dictator
Duración: 58 minutos
Año: 2002
Dirección: Michael Kloft & Kevin Brownlow
Guión: Kevin Brownlow y Christopher Bird
Productora: BBC
Presentador: Kenneth Branagh

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