Como
en cualquier otro ejército, la actuación en combate de las tropas americanas de
los distintos batallones fue muy variada. Durante la batalla del bocage, algunos reclutas empezaron a
vencer su terror a los Panzers alemanes. El soldado Hicks, del 22º de
Infantería, integrado en la 4ª División, logró destruir tras tanques Panther en
tres días con su bazooka. Aunque
murió dos días después, la confianza en las bazooka
como arma antitanque siguió aumentando. El coronel Teague, del 22º de
Infantería, oyó contar una anécdota a uno de sus hombres encargados de manejar
la bazooka. «Mi coronel, aquel tío
era un gran hijo de puta. Parecía que toda la carretera estaba llena de
tanques. Seguía avanzando y parecía que
fuera a destruir el mundo entero. Disparé tres veces y el hijo de puro no
paraba.» El hombre hizo una pausa, y Teague le preguntó qué había hecho
entonces. «Me fui corriendo por detrás y disparé. Entonces se detuvo.» Algunos
oficiales jóvenes estaban tan animados con la idea de hacer cacerías de Panzer
que hubo que ordenarles que dejaran de hacerlo.
En
cinco días de combates en los pantanos y en el bocage, sin embargo, el 22º de Infantería sufrió 729 bajas, entre
ellas el oficial al mando del batallón y cinco jefes de compañía de fusileros.
«A la Compañía G le quedaban sólo cinco suboficiales que llevaban con la unidad
más de dos semanas. Cuatro de ellos, según el sargento primero, había sufrido
episodios de fatiga de combate y no se habría tolerado que continuaran como
suboficiales si hubiera habido otros a quienes echar mano. Debido a la falta de
suboficiales eficaces, el oficial al mando de la compañía y el sargento primero
tenían que recorrer el campo y sacar a los hombres de sus trincheras a
puntapiés cunado arreciaba el fuego, sólo para que volvieran a esconderse de
nuevo en ellas en cuando se habían ido.»
(Pág. 314)
Además
de detestar instintivamente cualquier pérdida importante a raíz de su experiencia
en la primera guerra mundial, Montgomery creía tener una razón de mucho más
peso para mantener una actitud de cautela en sus ofensivas. Pero no hablaba con
Eisenhower de la falta de hombres. Los británicos temían perder prestigio y
poder. A Churchill le preocupaba que el reconocimiento de la debilidad
británica redujera su influencia sobre Roosevelt cuando llegara el momento de
decidir el futuro de la Europa de postguerra. Sin embargo, no pasaría mucho
tiempo antes de que el XXI Grupo de Ejército de Montgomery se viera obligado a
disolver la 59ª División con el fin de reforzar otras formaciones. (…)
La
reticencia de Montgomery a sufrir bajas en Normandía ha sido durante mucho
tiempo objeto de numerosas críticas. Pero probablemente los errores sean más institucionales
que personales. La desalentadora actuación de sus tres divisiones veteranas, la
7ª Acorazada, la 50ª Northumbrian y la 51ª Highland, puso de manifiesto el
cansancio de la guerra que sufría buena parte del ejército británico. La
aversión al riesgo se había convertido en un sentimiento generalizado, y raras
veces se aprovechaban las oportunidades. Los repetidos fracasos en los intentos
de romper el frente alemán alrededor de Caen fueron inevitablemente en
detrimento de una actitud más agresiva. Cada vez más, el 2º Ejército en
Normandía prefirió confiar en el excelente apoyo de la artillería británica y
en el poder aéreo aliado. La idea de que los proyectiles más explosivos
salvaban vidas británicas se convirtió en una adicción. Pero ni que decir tiene
que no salvaron vidas francesas, como demostraría de forma harto elocuente la
siguiente ofensiva lanzada por Montgomery.
(Pag. 332)
El
17 de julio el standartenführer Kurt
Meyer, comandante en jefe de la División de las SS Hitler Jugend, recibió la orden de informar de la situación al
mariscal Rommel en el cuartel general del I Cuerpo Acorazado de la SS de
Dietrich. El grueso de su división se había retirado cerca de Livarot para
poder descansar y recuperar fuerzas tras el descalabro vivido en Caen. Rommel
preguntó a Meyer cuál era su valoración del inminente ataque de los británicos.
«Las unidades pelearán y los soldados seguirán muriendo en sus posiciones»,
comentó Meyer «pero no podrán impedir que los tanques británicos pasen por
encima de sus cadáveres y avancen hasta París. La abrumadora supremacía aérea
del enemigo hace que se prácticamente imposible llevar a cabo una maniobra
táctica. Los cazabombarderos atacan incluso a nuestros correos miliares».
Rommel
se exaltó con la conversación. Habló de cómo lo exasperaba el OKW, que seguía
negándose a escuchar sus advertencias. «Ya no se creen mis informes. Debe
hacerse algo. La guerra en el oeste tiene que acabar… ¿Pero qué ocurrirá en el
este?»
(Pág. 389)
Las
familias francesas que se negaban a abandonar sus granjas corrieron mucho
peligro durante los combates. «Recuerdo una escena conmovedora que nos emocionó
a todos», evoca el oficial James H. Watts de un batallón químico. «Pasó por
delante de nuestra posición una familia que llevaba el cuerpo de un niño
tendido encima de una puerta. No sabíamos cómo había muerto. El dolor pintado
en los rostros de aquella familia inocente nos afectó a todos e hizo que nos
emocionáramos por los habitantes de la comarca y lo que debían de estar
pasando.»
A
veces, los campesinos franceses y sus familias, al ver un soldado muerto,
colocaban el cadáver junto a un crucifijo al pie del camino y le ponían unas
flores, a pesar de hallarse atrapados en medio de aquella lucha cada vez más
despiadada.
(Pág. 369)
La
ferocidad de los combates en el noroeste de Francia es incuestionable. Y a
pesar de los irónicos comentarios de la propaganda soviética, la batalla de
Normandía fue sin duda comparable a la librada en el frente oriental. Durante
los tres meses de aquel verano, la Wehrmacht sufrió casi 240.000 bajas y perdió
a otros 200.000 hombres que cayeron en manos de los aliados. El XXI Grupo de
Ejército de británicos, canadienses y polacos tuvo 83.045 bajas, y los
americanos, 125.847. Además, las fuerzas aéreas aliados perdieron a 16.714
hombres entre muertos y desaparecidos. (Pág. 653)
Las
pérdidas alemanas en el frente oriental fueron por término medio inferiores a
los mil hombres por división al mes. En Normandía esa media fue de dos mil
trescientos hombres por división y mes. Los cálculos para obtener unas cifras
comparables en el caso del Ejército Rojo resultan mucho más complicados, pero
parece que las bajas fueron bastante menos de mil quinientos hombres por
división al mes. Las bajas de los aliados en Normandía se acercan a unos dos
mil hombres por división al mes por término medio. (Pág. 141)
El
cruel martirio de Normandía había servido efectivamente para salvar el resto de
Francia. No obstante, el debate sobre el excesivo número de víctimas de los
bombardeos y la artillería de los aliados está condenado a seguir vivo. En
total perecieron 19.890 civiles en Francia durante la liberación de Normandía,
y el número de heridos graves fue mucho mayor. A estas cifras hay que añadir
los 15.000 muertos y los 19.000 heridos de los primeros cinco meses de 1944,
durante el bombardeo preparatorio de la Operación Overlord. Los 70.000 civiles
muertos en Francia por la acción de los aliados en el curso de la guerra son
motivo de honda reflexión… (Pág. 649)
La obra:
Probablemente el fallo del libro (tanto en la edición
británica, como española) sea su título: ‘El
Día D. La batalla de Normandía’ tendría que haber sido ‘La batalla de Normandía’ ya que el texto
de Beevor se extiende desde los preparativos inmediatos al desembarco hasta la
liberación de París. Por lo que el lector se encuentra con un relato exhaustivo
de una de las campañas más sangrientas de la 2ª Guerra Mundial, no solo de los
desembarcos del 6 de junio de 1944.
De esa manera la ágil escritura de Beevor mezclar con
gran habilidad las vivencias de los implicados, con el análisis de los sucesos
y la descripción de los mismos. En una justa medida que de sus textos por una
parte tan accesibles al público no más profano en la materia y por otra a los
expertos les permite tener una visión amplia de los sucesos tratados. Al buscar
las motivaciones de los protagonistas o las diversas fuerzas implicadas y no
solo al describir los sucesos, salpicando estos con diferentes puntos de vista
al recoger comentarios y memorias, tantos de los líderes más destacados, como
de los soldados anónimos.
En ‘El Día D’
quería constatar la crudeza de la batalla y el texto no escamotea, ni reduce en
ejemplos de esa brutalidad, tanto para los civiles atrapados o ejecución de
prisioneros por parte de todos los contendientes. Haciendo la narración más
humana, más cercana, menos fría, pero igual de brutal, recordándonos que los
protagonistas eran personas, como sus lectores actuales.
La edición:
Crítica sigue con su presentación clara, bien
estructurada que permite una fácil lectura. En primer lugar los mapas están
insertados en los mismos capítulos que las acciones narradas entre el texto, lo
que permite visualizar o localizar con rapidez la acción, sin necesidad de
desplazarse dentro del libro ver dicho apoyo visual. Mientras que la edición
cuenta con dos tipos de nota: aquellas que se limitan a la mención de la fuente
básica, que están situadas en la parte final del libro. Y las aclaratorias o
que aportan información adicional, que se encuentran a pie de página lo que
facilita la lectura y comprensión de los hechos de una manera rápida. Probablemente
una de las mejores ediciones que tengo.
Aproximación
personal:
Los libros que leemos nos describen hechos ocurridos hace
tiempo, batallas libradas por soldados anónimos, lideradas por generales famosos.
Los combates ocurridos en la playa, en el bocage,
los bombardeos de artillería y la aviación, los ataques con tanques, los
contraataques, la destrucción causada. Y finalmente las bajas de los que
cayeron en combate. Terribles estadísticas que solo nos cuentan lo que ocurrió,
muertos y heridos producidos, sin centrarse en el sufrimiento causado. La lucha
por liberar Normandía fue encarnizada por ambos bandos y no solo las aguas de
la playa Omaha se tiñeron de rojo. Y Beevor es lo que consigue transmitir en su
obra.
Los LST contaban con un equipamiento especial para el
traslado de los heridos a los hospitales de base de Inglaterra. «Había camillas
colocadas en soportes sobre los mamparos de la cubierta de los tanques», comentaba
el ayudante de farmacia Ralph Crenshaw del LST-44, «y formaban varios pisos».
El estado que presentaban algunos de los prisioneros de guerra herido era
realmente espantoso. «Un prisionero alemán que fue subido a bordo en camilla
tenía el cuerpo enyesado desde los tobillos hasta el pecho. Nos suplicaba ayuda
al médico del barco y a mí. Nos llamaba, “camarada, camarada”. Con mi
asistencia, el médico de nuestro barco rompió el yeso, y lo que vio fue que
aquel conmovedor ser humano estaba siendo devorado por una multitud de gusanos.
Le sacamos el yeso, lo limpiamos, lo lavamos y le dimos analgésicos. Pero ya
era demasiado tarde. Murió en paz aquella noche.»
(Pág.
262-263)
La historia de este soldado alemán herido, que estaba
siendo evacuado a Inglaterra me puso los pelos de punta. Por la crudeza y al
mismo tiempo la ternura con que está contada por el ayudante de farmacia. No
nos pone un nombre a su rostro, porque podría ser cualquier rostro. Pero sí nos
habla de lo que el ser humano puede sufrir hasta extremos incomprensibles y de la
compasión por nuestros congéneres que podemos tener, sean quienes sean.
LL. C. H.
Puntuación: 5
(sobre 5)
Título: El Día
D. La batalla de Normandía
Título original: D-Day. The battle for Normandy
Autor: Antony
Beevor
Traductor: Teófilo
de Lozoya y Juan Rabasseda
Año: 2009
Editorial: Crítica (2009)
Colección: Memoria
Crítica
Páginas: 762
ISBN: 978-84-9892-020-8
Una excelente reseña, Llorenç. Te felicito por ello. Muy acertado tu comentario referido a que el libro, es una crónica muy completa sobre la batalla de Normandía y no simplemente de los desembarcos del 6 de junio. Por otro lado, es un ensayo altamente recomendable. Beevor una vez más, vuelve a dar en el clavo.
ResponderEliminarSaludos
El libro ciertamente es uno de los más interesantes que he leído y en mi puntuación se merecería un 6 sobre 5, ejejejejej.
EliminarUn saludo,
Ni al caso decir que el 80 % de las bajas de alemania fueron en el frente oriental. Asi que normandia fue importante, pero no tanto como se nos quiere hacer creer.
ResponderEliminarNo solo las bajas fueron superiores en el frente oriental, la mayor parte de recursos militares se usaron contra los soviéticos. La importancia de la batalla de Francia está en que era el camino más rápido para llegar a Alemania para las fuerzas occidentales.
EliminarUn saludo,