Del lado alemán, no se captaron
suficientemente las transformaciones operadas en la guerra moderna a la hora de
evaluar las vinculaciones entre las fuerzas de tierra, mar y aire.
Adolf Hitler, el jefe supremo, tenía
una mentalidad continental, y permanecía aferrado aún por las reminiscencias de
la guerra de posiciones de la Primera Guerra Mundial. Una lucha llevada a cabo
contra todo el mundo con las tres armas, pero dando primacía al motor en tierra
y en el aire, superaba las posibilidades económicas y técnicas de Alemania. Es
lo que Hitler no quería reconocer. Divisiones insuficientemente motorizadas,
propias de guerras anteriores, fueron obligadas a hacer frente a un mundo mecanizado.
4.000 kilómetros de costas y fronteras enemigas debían ser defendidas por 60
divisiones de estructura arcaica. Una Luftwaffe
formada por 90 cazas y 70 bombarderos (al principio de la invasión) tenían por
misión limpiar el espacio aéreo y proteger a las fuerzas terrestres. En la
primavera de 1944, el OKW se vio obligado a impartir la siguiente orden: «Todo
avión en el aire debe ser tratado como enemigo».
La falta de escrúpulos y amateurismo
del comandante en jefe marcharon a la par.
Durante las primeras semanas después
de la invasión, el Führer y el OKW
emitieron sus órdenes desde Berchtesgarden y luego desde Prusia Oriental. Las
distancias y la imposibilidad de enlaces aéreos, se convirtieron en
inconvenientes mucho más graves aún que los sufridos por el mando supremo
alemán, sumamente criticado por encontrarse en Luxemburgo, durante la Batalla
del Marne, en 1914.
El caos resultante de los combates
que libraban algunas facciones dentro de la Wehrmacht
con los jefes nacionalsocialistas, afectaba a la claridad en las órdenes y era
contrario al principio del mando, lo único que generaba era la fragmentación de
la autoridad, quien lo acababa pagando era el hombre que estaba en primera
línea.
La confianza entre el mando y la
tropa fue reemplazada por la coacción, la mentira, el tribunal política y el
consejo de guerra. La satisfacción que provocaba en los escalones subordinados
el sentimiento de responsabilidad y el ejercicio de la iniciativa, que antaño
suponía un honor para el soldado alemán, quedó absolutamente aniquilada.
Con semejante situación y haciendo
balance de las fuerzas presentes, sólo una estrategia de alto vuelo,
desprovista de connotaciones políticas, podía haber aportado algún medio de
salvación. En lugar de esto, se siguió batallando en todos los teatros de
operaciones. Decisiones estratégicas tomadas a tiempo habrían podido evitarnos
los destructores golpes del enemigo. En el Este, habríamos tenido que acortar
el frente sin dudarlo y luego fortificar el frente defensivo, constituyendo unas
potentes reservas. En el Sur, se habría tenido que mantener la línea
Pisa-Florencia-Adriático, y luego la de los Alpes. Finalmente, en el Oeste,
primeramente deberíamos evacuar la Francia situada al sur del Sena,
constituyendo una agrupación de maniobra en el ala oriental, previendo
posiciones de repliegue y de defensa.
Sin embargo, Hitler, llevado por su
política y su propaganda, actuó sin la lucidez necesaria, rechazando todo
compromiso. Exigió mantener las posiciones a cualquier precio, inmovilizando a
200.000 hombres en la defensa de las llamadas «fortalezas». Todo ello comportó
el agotamiento físico, intelectual y moral del combatiente en el frente. Se
produjo un proceso de desangramiento de las tropas, como en el invierno ruso de
1942-1943. Debía lucharse a la defensiva, sin suficiente capacidad de fuego y
sin poder esperar apoyo. Era una auténtica guerra de mendigos.
En lo relativo a la conducción
superior de las operaciones, Hitler no dio ninguna directiva de largo alcance.
Se limitó a impartir órdenes tácticas de detalle, que alcanzaba hasta el punto
más bajo de la escala. En la mayoría de las ocasiones, estas órdenes quedaban
superadas en el tiempo y el espacio. Con semejantes métodos y sin consideración
por la dignidad del hombre y del soldado, no era posible llegar a la confianza
que es indispensable en el fragor de la batalla.
(Pág.
201-203)
Speidel es
sin duda uno de esos espectadores excepcionales de la historia. Y su texto es
una lectura más que recomendable (tal vez imprescindible) al haber sido escrita
por uno de los protagonistas y testigo de primera mano de importantes
acontecimientos de la 2ª Guerra Mundial. Además su ensayo es un análisis lúcido
y (en ocasiones) ecuánime y exacto de la situación y la estructura del III
Reich. Además de ágil de leer.
Podemos
dividir la información que nos ofrece, siempre entrelazada a lo largo del
texto, en tres importantes temas. Inicia sus memorias con una visión global del
estado nacionalsocialista: la división de poderes para que Hitler gobernara
sobre todos. De manera que la mano derecha no conocía lo que hacía la izquierda,
y así poder controlar todos y cada uno de los aspectos del país. Siendo eso precisamente
lo que hizo que su régimen se derrumbara (solo de imaginar que su dirección de
la guerra hubiera sido más eficaz, hace que se me ericen los pelos de la nuca).
Otro de
los acontecimientos que narra es su implicación en el golpe de estado del 20 de
julio. Como parte de los que urdieron el complot, es aquí un testigo de primera
mano de los contactos, sobre todo con el propio Rommel, que hubo entre los
conspiradores para llevar a cabo su plan para acabar con Adolf Hitler.
Y
finalmente nos relata lo que vivió frente a la operación Overlord, como jefe del Estado Mayor del Grupo de Ejércitos B al
mando de los mariscales Rommel, von Kluge y Model sucesivamente e involucrado
directamente en la dirección de la batalla. Hace un repaso a la situación del
ejército alemán, de su organización y despliegue antes del desembarco aliado.
Así como a las operaciones alemanes y las decisiones al más alto nivel de estos
durante el Día D y los meses que siguieron; la batalla de Caen, la ofensiva de
Mortain, la bolsa de Falaise o la caída de París.
Las
referencias a Rommel no esconden la admiración, llevada a la idealización, de
su subordinado, con el que le unía una estrecha relación lo que deja bien claro
el texto. Por eso mismo se ha de tener cautela a la hora de leer esta parte, ya
que su punto de vista está dominado por una admiración y amistad por parte del
autor, sin detenerse en verlo desde un punto de vista más ecuánime.
Es una
lectura más que recomendable, sobre todo se ha de tener en cuenta desde un
punto de vista de unas memorias personales. Y por tanto sesgadas debido
precisamente a este tipo de ensayos. Pero curiosamente la parte de análisis de
la situación interna de Alemania es fiel y ecuánime. Posiblemente una
consecuencia de la enseñanza de Speidel como oficial de estado mayor a la hora
de examinar la situación para poder adaptarse a cada situación. Sin embargo
arremete siempre contra las decisiones de Hitler (acertadamente), pero sin
hacer una autocrítica del propio bando alemán, dando la culpa única y
exclusivamente al Führer. Él mismo
era nacionalista alemán, y aunque rechazaba las políticas raciales nazis, sí
estaba de acuerdo con la denuncia del Tratado de Versalles y la lucha contra
Francia.
Algo
curioso a lo largo de todo el texto es que el autor habla de la parte “humana”
de las personas, refiriéndose a la ética, la compasión por los demás, la
afinidad o la empatía del ser humano. Se refiere sobre todo a las personas que
aprecia y murieron durante aquella lucha. Y es curioso que aunque no lo haga
explícitamente, todo el rato (por lo menos yo como lector) no dejo de
compararlo con la inhumanidad que desprende Hitler.
La edición:
Inédita
Ediciones suele tener una presentación impecable en sus libros, sobrios, con
encuadernaciones en cartoné (o tapa dura) y normalmente acompañados de varias
páginas con fotografías. Pero la primera edición que nos frecen de ‘Invasión
1944’ no tiene un acabado muy cuidado. Sobre todo siendo un libro tan
importante dentro de la historiografía militar de la 2ª Guerra Mundial me han
faltado más notas a pie de página con aclaraciones de las personas mencionadas.
Curiosamente solo tiene una en la página 136 sobre Karl Heinrich von Stülpnagel
y alguna más a partir de ese punto sobre varias citas literarias. Además en
varias ocasiones valían el ‘junio’ y el ‘julio’ de manera algo desorientadora
para el lector. No suelo quejarme con estas cosas (sobre todo porque yo soy el
primero en cometer estos errores), pero me sorprende en Inédita, más teniendo
en cuenta que se habla de acontecimientos estrechamente ligados a fechas:
movimientos de tropas o el atentado del 20 de julio.
Fuera del
prólogo rubricado por Ernst Jünger, la edición tampoco tiene una introducción
especial, aunque sea aclaratoria para los no entendidos en historia militar,
sobre quien era y quien fue el general Hans Speidel (salvo la leyenda de la
portada). Más teniendo en cuenta que estamos ante un estudio lúcido e
interesante de los acontecimientos que dominaron la mitad del siglo XX y del
que se merece un trato algo más cuidado.
Aproximación personal:
Por alguna
razón que seguramente en los siguientes años cambiará, no suelo leer muchas
biografías de los protagonistas de la contienda. Hasta ahora me he centrado en
análisis históricos o relatos de los acontecimientos. Pero poco a poco iré
eliminando esa falta en mis lecturas (por otro lado centradas en los últimos
meses en re-leer los libros de mi biblioteca, y así sacarles mayor partido o
rendimiento). En especial el texto de Speidel me parece por una parte un
análisis interesante del país al que servía y por otro una descripción concisa
de los acontecimientos que vivió su protagonista. Aun así hay partes, sobre
todo las relacionadas con Rommel que no tiene un ápice de autocrítica, aunque
el resto del texto suple esta carencia con creces.
Este
libro, publicado muy pocos años después de la guerra ha tenido por tanto, ha
tenido una fuerte influencia en los historiadores y estudios posteriores, por
lo que su lectura es muy casi imprescindible. Su defensa a ultranza del Rommel,
revela una gran admiración por su superior, lo que falta por tanto una justa
revisión crítica.
LL. C. H.
Puntuación:
5 (sobre 5)
Título: Invasión
1944
Título
original: Invasion 1944: Ein Beitrag zu Rommel und des Reiches Schicksal
Autor: general
Hans Speidel
Traductor:
Enrique Ruiz Guiñazú y Miguel Salarich
Año: 1949 (Rainer Wunderlich Verlag. Hermann Leins. Tübingen)
Editorial: Inédita
Ediciones (2009)
Páginas: 214
ISBN: 978-84-92400-40-9
Me he encontrado con este personaje de la historia militar. Me parece muy interesante el comentario respecto del texto que pretendo leer del General Speidel. Porque más allá de constituirse este militar alemán en un actor principal de una época compleja y de un conflicto mundial, su carrera no terminó allí, sino que más tarde tuvo una figuración importante en la creación del ejército alemán actual. Espero entender muchos claro oscuros de la estrategia militar germana.
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