jueves, 23 de mayo de 2013

La batalla de las Ardenas


La última apuesta


                Con las primeras luces del alba, el caos en las carreteras que conducen al frente es mayúsculo. Los embotellamientos se extienden a lo largo de kilómetros y durante horas –horas que al principio de la ofensiva tiene un valor incalculable– los oficiales suplen a la Feldgendarmerie intentando poner un poco de orden al caos en ese desastre.
                Afortunadamente le está muy cubierto, lo que impide a la aviación Aliada llevar a cabo una masacre a lo largo de esas pequeñas carreteras repletas de vehículos inmovilizados, que parecen clavados en la nueve bajo un frío polar. Se oyen juramentos y órdenes «Vorwärts! Vorwärts! » –¡Adelante!–. Pero, ¿adelante hacia dónde? La poderosa maquinaria de guerra alemana está bloqueada, agarrotada, devorada por el barro. Habrá que esperar en algunos puntos del frente hasta el final del día –es decir, con unas diez o doce horas de retraso– para descongestionar las rutas que atraviesan los bosques del Eifel. ¡Cuánto tiempo perdido! ¡Cuántas oportunidades malgastadas! La confusión domina allí donde la sorpresa era sumamente esencial al principio de una ofensiva, especialmente en este caso, tan frágil en su concepción y cuyo factos esencial es la rapidez.
(Pág. 124)


                La concepción, la elaboración y la realización de la ofensiva son por sí mismas un auténtico reto. Ha sido necesario buscar tropas hasta en Noruega e Italia. El OKW ha tenido que buscar en el fondo del armario. El cuanto al material, los carros de combate especialmente, apenas ha sido testado a la salida de las líneas de producción. Muchos vehículos quedan averiados: muchos tienen la caja de cambios rota debido a la inexperiencia de los jóvenes conductores.
                El problema de las reservas demuestra una lógica aplastante: cuando no hay hombres, no hay reservas. A pesar de los bombardeos sistemáticos de los Aliados, Alemania produce una mayor cantidad de material de guerra –ejército, marina y fuerza aérea– en 1944 que el año anterior. Pero el Tercer Reich ha perdido durante el mismo lapso de tiempos tres millones de hombres… De este modo, la ofensiva de las Ardenas sufre de una falta de reservas lo suficientemente importante como para que pierda credibilidad. Las reservas humanas de que se dispone son incapaces de alimentar semejante operación, que debe llevar a sus fuerzas motorizadas hasta el mar del Norte. De cara a los tres ejércitos serían necesarias diez divisiones de refuerzo, formados por hombres aguerridos. ¡Qué lejos están de ello!
(Pág. 135)


(…) el simple soldado estadounidense ha abandonado su “complejo” de los primeros días de la ofensiva. Reacciona, hace demostración de su iniciativa. Ha frenado la ofensiva ante la sorpresa de los alemanes que hasta este momento habían considerado, no sin cierto desprecio, que el soldado estadounidense era mediocre.
                Para los alemanes el descubrimiento supone un trauma. La batalla de las Ardenas ha revelado el valor de los simples soldados de más allá del Atlántico, y la sangre fría y la agresividad de sus oficiales. En cuando a los generales, desde el simple general de brigada, como McAuliffe, hasta el general supremo, Eisenhower, han recibido en la Escuela Militar esta directiva –eterno principio básico de las enseñanzas militares del francés Guibert y del alemán Clausewitz–: en la guerra el último objetivo es batir al adversario. Es simple, pero hay que llevarlo a cabo. Los generales estadounidenses lo aplican al pie de la letra en las Ardenas.
                Menos de ocho días después de la formidable ofensiva de los alemanes, los norteamericanos pasan al ataque con un brío, una audacia y una ciencia de la estrategia que mueven a admiración. Montgomery solicita tres meses para poner al Primer Ejército de Hodges en situación de pasar a la ofensiva. Bradley y Patton demuestran que, a pesar del mal tiempo y los problemas logísticos inherentes a las grandes unidades es posible contraatacar en plena ofensiva enemiga.
(Pág. 201-202)



La obra:
Michel Herubel nos introduce en la batalla de las Ardenas a través de diversos episodios. Cada capítulo está centrado en un acontecimiento relacionado con la batalla: el primero nos pone en antecedentes de la retirada alemana de Francia. El segundo no narra el avance de las tropas alemanas a trasvés de las Ardenas en diciembre de 1944. El tercero regresa al momento de la planificación de la operación Wacht am Rhein (Alerta en el Rin), para continuar con la descripción de la implicación de algunos de sus protagonistas: Skorzeny (capítulo 4), Walter Model (capítulo 5), Heinrich Himmler (capítulo 6), von der Heydte (capítulo 11) o centrados en diversos acontecimientos de la batalla: las reticencias de los altos oficiales (capítulo 7 y 8), la operación Greif (capítulos 10 & 18), la ruptura de Peiper (capítulo 14), o los combates de Saint-Vith o Bastogne (capítulo 15 & 19), así como las reacciones de los aliados, tanto militares (capítulo 13 & 21), como las incendiarias declaraciones de Montgomery (capítulo 24). El resultado es un relato de los acontecimientos más importantes, pero algo deslavazado, en ocasiones demasiado fragmentado y poco relacionado entre sí. Nos ofrece una visión desde diversos puntos de vista, tanto de los soldados de a pie, como de las discusiones en las esferas de mando, pero no está entrelazado y por desgracia apenas contiene un análisis más allá de los hechos ocurridos en los fríos días de la navidad de 1944, cuando Hitler (y con él Alemania) hizo su última apuesta de la guerra.



La edición:
El ejemplar que tengo es la primera edición de bolsillo de Books4pocket, que tiene una serie de mapas antes de empezar el texto y que no tienen una conexión con el resto de la obra. No se indica en que parte del texto se narran los acontecimientos allí señalados. Obviamente sí dicen a qué acción pertenecen: avance la 7ª div. acorazada a St. Vith o la acción en Trois Ponts, pero podían estar allí, como en cualquier otra parte. Más interesante hubiera sido distribuir algunos de estos mapas dentro de la narración del libro, lo que por lo menos les hubiera dado un atractivo de ilustrar el texto. Además faltan lo Notas de los capítulos del 8 al 13, que desconozco si en otras ediciones también carecen.


Aproximación personal:
Otoño de 1944, los Aliados occidentales han perdido el empuje que cogieron tras salir de la cabeza de playa de Normandía y se han detenido (importante: no han sido detenidos, se han parado) por falta de un volumen suficiente de suministros. El Ejército Rojo tras ocupar Polonia ha avanzado hacia los Balcanes, encontrándose a las puertas de Reich en la frontera de Prusia Oriental y el río Vístula. Hitler, un consumado jugador, decide lanzar su última apuesta, organiza un nuevo ejército y los lanza por el mismo terreno de los espesos bosques de las Ardenas, que en 1940 había desconcertado a sus enemigos, para intentar dividir a los ejércitos Aliados. Los mariscales de campo von Rundstedt y Model, el general von Manteuffel (pág. 78-80), y su ministro de armamento Albert Speer (pág. 47-48), desaconsejan la ofensiva que terminara con las paupérrimas reservas y las limitadas posibilidades de Alemania de resistir. Pero Hitler ya no está en sus cabales, la decisión fue tomada tras los favorables augurios de su astrologo personal Karl Ernest Krafft (pág. 49). Lo sorprende y seguirá sorprendiendo a las generaciones futuras es que sus generales (altamente profesionales y de reputación contrastada) y su pueblo le siguieran ciegamente.



¿Pero su plan hubiera sido posible? A pesar que los panzer hubieran llegado al Mossa e incluso a Ambares (su objetivo final) las reservas de la Wehrmacht eran inexistentes, en cambio los Estados Unidos tenían una ingente cantidad de soldados y sobre todo de equipo y aviación. Solo era cuestión de tiempo que el fuelle alemán se hubiera agotado para ser detenido (como ocurrió, mucho antes de atravesar el Mossa en realidad), derrotado y expulsado de nuevo del territorio reconquistado. Aunque para franceses y belgas esta segunda ocupación hubiera significado un terrible “shock emocional”, esta tampoco hubiera durado mucho. Por otro lado, la tan cacareada la tensión y rivalidad entre británicos y americanos no es sino un recelo que tenían los americanos (y no pocos británicos) al populismo y arrogancia de un solo hombre: Benard Montgomery. Aunque este podía soltar bravata tras bravata, su máximo superior sabía perfectamente que la alianza con Estados Unidos era algo indisoluble, imprescindible e imposible de romper si se quería ganar la guerra. Churchill y su gabinete no hubieran sacrificado en diciembre de 1944 su alianza con EEUU para conservar a Montgomery en su puesto. Lo hubieran sacrificado por el bien de la victoria final de Alemania, que por otro lado ya estaba al alcance. Aunque mermadas las confianzas mutuas (ya lo estaban en aquel momento tras la desastrosa operación Market-Garden) la ofensiva Wacht am Rhein no creo que hubiera roto la coalición anglosajona que pretendía Hitler.

LL.C.H.




Puntuación: 3 (sobre 5)
Título: La batalla de las Ardenas
Título original: La bataille des Ardennes
Autor: Michel Herubel
Traductor: Miquel Salarich
Año: 1979 (Presses de la Cité)
Editorial: Inèdita Editores (2006/edi. bolsillo Books4pocket 2007)
Páginas: 314
ISBN: 978-84-96829-43-3

4 comentarios:

  1. Le tenia echado el ojo a este libro, de hecho he estado a punto de pillarlo en formato bolsillo en un par de ocasiones, pero al final no me decidí. Por lo que leo, me temo que No termina de convencerme el modo en que esta estructurado y la forma de contar la historia.

    La ofensiva de las Ardenas fue otra de las " ocurrencias" de Hitler, parecida a la contraofensiva de Mortain en Normandia, un absurdo derroche de hombres, carros de combate y combustible, muy necesarios para utilizar en el Frente Oriental o en el Occidental en tareas defensivas que seguramente hubieran causado mas bajas y dificultades a la larga a los aliados.

    Saludos

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    1. Más que ocurrencia es una despropósito. Lo que nunca entenderé es como hombres más inteligentes que él (y a la postre toda su nación) siguieron a Hitler hacia el abismo tan ciegamente en las postrimerías de la guerra, cuando estaba claro que el hombre ya no estaba en sus cabales.

      Lo bueno que tiene el libro de Michel Herubel es que está bien escrito, aunque algo fragmentado. Te recomiendo que por lo menos lo leas si tienes ocasión de cogerlo en la biblioteca o que alguien te lo deje. Se disfruta bastante si buscas un relato de lo sucedido durante la última Navidad de la guerra.

      Un saludo.

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  2. A mí, el libro de Herubel me resultó algo frío, siendo su narración un conjunto de datos desperdigados, con un hilo conductor muy endeble y unos mapas poco claros. Me resultaron más amenas las descripciones de la batalla, que se hacen en "La batalla de las Ardenas" escrito por John Toland y en "La guerra secreta. La batalla de las Ardenas", de Charles Whitting.

    Saludos Llorenç

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    1. Completamente de acuerdo contigo Gluntz. Aunque las descripciones de la lucha o de los acontecimientos hechas por Herubel me parecen interesantes. Por ejemplo los fragmentos que puse del libro me parecieron muy interesantes. Los escogí además porque era más o menos lo que quería comentar de esta ofensiva y me pareció bien usar las palabras de Herubel. Pero como están deslavazadas con respecto el hilo argumental (como tu bien dices) pierden fuerza y es una auténtica lástima.

      Del resto de libros que citas me faltan por leer, aunque “La guerra secreta. La batalla de las Ardenas” me tienta y está en la lista de los que quiero tener entre mis manos.

      Un saludo

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