La última apuesta
Con
las primeras luces del alba, el caos en las carreteras que conducen al frente
es mayúsculo. Los embotellamientos se extienden a lo largo de kilómetros y
durante horas –horas que al principio de la ofensiva tiene un valor
incalculable– los oficiales suplen a la Feldgendarmerie
intentando poner un poco de orden al caos en ese desastre.
Afortunadamente
le está muy cubierto, lo que impide a la aviación Aliada llevar a cabo una
masacre a lo largo de esas pequeñas carreteras repletas de vehículos
inmovilizados, que parecen clavados en la nueve bajo un frío polar. Se oyen
juramentos y órdenes «Vorwärts! Vorwärts!
» –¡Adelante!–. Pero, ¿adelante hacia dónde? La poderosa maquinaria de
guerra alemana está bloqueada, agarrotada, devorada por el barro. Habrá que esperar
en algunos puntos del frente hasta el final del día –es decir, con unas diez o
doce horas de retraso– para descongestionar las rutas que atraviesan los
bosques del Eifel. ¡Cuánto tiempo perdido! ¡Cuántas oportunidades malgastadas!
La confusión domina allí donde la sorpresa era sumamente esencial al principio
de una ofensiva, especialmente en este caso, tan frágil en su concepción y cuyo
factos esencial es la rapidez.
(Pág. 124)
La
concepción, la elaboración y la realización de la ofensiva son por sí mismas un
auténtico reto. Ha sido necesario buscar tropas hasta en Noruega e Italia. El
OKW ha tenido que buscar en el fondo del armario. El cuanto al material, los
carros de combate especialmente, apenas ha sido testado a la salida de las
líneas de producción. Muchos vehículos quedan averiados: muchos tienen la caja
de cambios rota debido a la inexperiencia de los jóvenes conductores.
El
problema de las reservas demuestra una lógica aplastante: cuando no hay
hombres, no hay reservas. A pesar de los bombardeos sistemáticos de los
Aliados, Alemania produce una mayor cantidad de material de guerra –ejército,
marina y fuerza aérea– en 1944 que el año anterior. Pero el Tercer Reich ha
perdido durante el mismo lapso de tiempos tres millones de hombres… De este
modo, la ofensiva de las Ardenas sufre de una falta de reservas lo
suficientemente importante como para que pierda credibilidad. Las reservas
humanas de que se dispone son incapaces de alimentar semejante operación, que
debe llevar a sus fuerzas motorizadas hasta el mar del Norte. De cara a los
tres ejércitos serían necesarias diez divisiones de refuerzo, formados por
hombres aguerridos. ¡Qué lejos están de ello!
(…) el simple soldado estadounidense ha abandonado su “complejo”
de los primeros días de la ofensiva. Reacciona, hace demostración de su
iniciativa. Ha frenado la ofensiva ante la sorpresa de los alemanes que hasta
este momento habían considerado, no sin cierto desprecio, que el soldado
estadounidense era mediocre.
Para
los alemanes el descubrimiento supone un trauma. La batalla de las Ardenas ha
revelado el valor de los simples soldados de más allá del Atlántico, y la
sangre fría y la agresividad de sus oficiales. En cuando a los generales, desde
el simple general de brigada, como McAuliffe, hasta el general supremo,
Eisenhower, han recibido en la Escuela Militar esta directiva –eterno principio
básico de las enseñanzas militares del francés Guibert y del alemán
Clausewitz–: en la guerra el último objetivo es batir al adversario. Es simple,
pero hay que llevarlo a cabo. Los generales estadounidenses lo aplican al pie
de la letra en las Ardenas.
Menos
de ocho días después de la formidable ofensiva de los alemanes, los
norteamericanos pasan al ataque con un brío, una audacia y una ciencia de la
estrategia que mueven a admiración. Montgomery solicita tres meses para poner
al Primer Ejército de Hodges en situación de pasar a la ofensiva. Bradley y
Patton demuestran que, a pesar del mal tiempo y los problemas logísticos
inherentes a las grandes unidades es posible contraatacar en plena ofensiva
enemiga.
(Pág. 201-202)
La obra:
Michel Herubel nos introduce en la batalla de las Ardenas
a través de diversos episodios. Cada capítulo está centrado en un
acontecimiento relacionado con la batalla: el primero nos pone en antecedentes
de la retirada alemana de Francia. El segundo no narra el avance de las tropas
alemanas a trasvés de las Ardenas en diciembre de 1944. El tercero regresa al
momento de la planificación de la operación Wacht
am Rhein (Alerta en el Rin), para continuar con la descripción de la
implicación de algunos de sus protagonistas: Skorzeny (capítulo 4), Walter
Model (capítulo 5), Heinrich Himmler (capítulo 6), von der Heydte (capítulo 11)
o centrados en diversos acontecimientos de la batalla: las reticencias de los
altos oficiales (capítulo 7 y 8), la operación Greif (capítulos 10 & 18), la ruptura de Peiper (capítulo 14),
o los combates de Saint-Vith o Bastogne (capítulo 15 & 19), así como las
reacciones de los aliados, tanto militares (capítulo 13 & 21), como las
incendiarias declaraciones de Montgomery (capítulo 24). El resultado es un
relato de los acontecimientos más importantes, pero algo deslavazado, en
ocasiones demasiado fragmentado y poco relacionado entre sí. Nos ofrece una
visión desde diversos puntos de vista, tanto de los soldados de a pie, como de
las discusiones en las esferas de mando, pero no está entrelazado y por
desgracia apenas contiene un análisis más allá de los hechos ocurridos en los
fríos días de la navidad de 1944, cuando Hitler (y con él Alemania) hizo su
última apuesta de la guerra.
La edición:
El ejemplar que tengo es la primera edición de bolsillo de Books4pocket,
que tiene una serie de mapas antes de empezar el texto y que no tienen una
conexión con el resto de la obra. No se indica en que parte del texto se narran
los acontecimientos allí señalados. Obviamente sí dicen a qué acción
pertenecen: avance la 7ª div. acorazada a St. Vith o la acción en Trois Ponts,
pero podían estar allí, como en cualquier otra parte. Más interesante hubiera
sido distribuir algunos de estos mapas dentro de la narración del libro, lo que
por lo menos les hubiera dado un atractivo de ilustrar el texto. Además faltan
lo Notas de los capítulos del 8 al 13, que desconozco si en otras ediciones
también carecen.
Aproximación
personal:
Otoño de 1944, los Aliados occidentales han perdido el
empuje que cogieron tras salir de la cabeza de playa de Normandía y se han
detenido (importante: no han sido detenidos, se han parado) por falta de un
volumen suficiente de suministros. El Ejército Rojo tras ocupar Polonia ha
avanzado hacia los Balcanes, encontrándose a las puertas de Reich en la
frontera de Prusia Oriental y el río Vístula. Hitler, un consumado jugador,
decide lanzar su última apuesta, organiza un nuevo ejército y los lanza por el
mismo terreno de los espesos bosques de las Ardenas, que en 1940 había
desconcertado a sus enemigos, para intentar dividir a los ejércitos Aliados. Los
mariscales de campo von Rundstedt y Model, el general von Manteuffel (pág.
78-80), y su ministro de armamento Albert Speer (pág. 47-48), desaconsejan la
ofensiva que terminara con las paupérrimas reservas y las limitadas
posibilidades de Alemania de resistir. Pero Hitler ya no está en sus cabales, la
decisión fue tomada tras los favorables augurios de su astrologo personal Karl
Ernest Krafft (pág. 49). Lo sorprende y seguirá sorprendiendo a las
generaciones futuras es que sus generales (altamente profesionales y de reputación
contrastada) y su pueblo le siguieran ciegamente.
¿Pero su plan hubiera sido posible? A pesar que los
panzer hubieran llegado al Mossa e incluso a Ambares (su objetivo final) las
reservas de la Wehrmacht eran
inexistentes, en cambio los Estados Unidos tenían una ingente cantidad de
soldados y sobre todo de equipo y aviación. Solo era cuestión de tiempo que el
fuelle alemán se hubiera agotado para ser detenido (como ocurrió, mucho antes
de atravesar el Mossa en realidad), derrotado y expulsado de nuevo del
territorio reconquistado. Aunque para franceses y belgas esta segunda ocupación
hubiera significado un terrible “shock emocional”, esta tampoco hubiera durado
mucho. Por otro lado, la tan cacareada la tensión y rivalidad entre británicos
y americanos no es sino un recelo que tenían los americanos (y no pocos
británicos) al populismo y arrogancia de un solo hombre: Benard Montgomery.
Aunque este podía soltar bravata tras bravata, su máximo superior sabía
perfectamente que la alianza con Estados Unidos era algo indisoluble,
imprescindible e imposible de romper si se quería ganar la guerra. Churchill y
su gabinete no hubieran sacrificado en diciembre de 1944 su alianza con EEUU
para conservar a Montgomery en su puesto. Lo hubieran sacrificado por el bien
de la victoria final de Alemania, que por otro lado ya estaba al alcance.
Aunque mermadas las confianzas mutuas (ya lo estaban en aquel momento tras la
desastrosa operación Market-Garden)
la ofensiva Wacht am Rhein no creo
que hubiera roto la coalición anglosajona que pretendía Hitler.
LL.C.H.
Puntuación:
3 (sobre 5)
Título: La
batalla de las Ardenas
Título
original: La bataille des Ardennes
Autor: Michel
Herubel
Traductor:
Miquel Salarich
Año: 1979 (Presses de la Cité)
Editorial: Inèdita
Editores (2006/edi. bolsillo Books4pocket 2007)
Páginas: 314
ISBN: 978-84-96829-43-3
Le tenia echado el ojo a este libro, de hecho he estado a punto de pillarlo en formato bolsillo en un par de ocasiones, pero al final no me decidí. Por lo que leo, me temo que No termina de convencerme el modo en que esta estructurado y la forma de contar la historia.
ResponderEliminarLa ofensiva de las Ardenas fue otra de las " ocurrencias" de Hitler, parecida a la contraofensiva de Mortain en Normandia, un absurdo derroche de hombres, carros de combate y combustible, muy necesarios para utilizar en el Frente Oriental o en el Occidental en tareas defensivas que seguramente hubieran causado mas bajas y dificultades a la larga a los aliados.
Saludos
Más que ocurrencia es una despropósito. Lo que nunca entenderé es como hombres más inteligentes que él (y a la postre toda su nación) siguieron a Hitler hacia el abismo tan ciegamente en las postrimerías de la guerra, cuando estaba claro que el hombre ya no estaba en sus cabales.
EliminarLo bueno que tiene el libro de Michel Herubel es que está bien escrito, aunque algo fragmentado. Te recomiendo que por lo menos lo leas si tienes ocasión de cogerlo en la biblioteca o que alguien te lo deje. Se disfruta bastante si buscas un relato de lo sucedido durante la última Navidad de la guerra.
Un saludo.
A mí, el libro de Herubel me resultó algo frío, siendo su narración un conjunto de datos desperdigados, con un hilo conductor muy endeble y unos mapas poco claros. Me resultaron más amenas las descripciones de la batalla, que se hacen en "La batalla de las Ardenas" escrito por John Toland y en "La guerra secreta. La batalla de las Ardenas", de Charles Whitting.
ResponderEliminarSaludos Llorenç
Completamente de acuerdo contigo Gluntz. Aunque las descripciones de la lucha o de los acontecimientos hechas por Herubel me parecen interesantes. Por ejemplo los fragmentos que puse del libro me parecieron muy interesantes. Los escogí además porque era más o menos lo que quería comentar de esta ofensiva y me pareció bien usar las palabras de Herubel. Pero como están deslavazadas con respecto el hilo argumental (como tu bien dices) pierden fuerza y es una auténtica lástima.
EliminarDel resto de libros que citas me faltan por leer, aunque “La guerra secreta. La batalla de las Ardenas” me tienta y está en la lista de los que quiero tener entre mis manos.
Un saludo