Wilhelm Bittrich
La guerra
es una forja de héroes y leyendas. La mayoría de estos son hombres anónimos
cuyo valor y proezas solo son conocidos por unos pocos. Algunos son
recompensados por sus acciones y glorificados con condecoraciones. Pero normalmente
los nombres más recordados y repetidos son los de los líderes, comandantes de aquellos
que lucharon y murieron por una u otra causa. Algunos serán recordados por su
brillantez, tenacidad y resolución, mientras que otros por su incompetencia.
Me
gustaría iniciar una sección en el blog, donde recordaremos algunos de estos
hombres, algunos famosos, otros anónimos, a través de la visión que los libros que
nos hablan de ellos y de las batallas en las que estuvieron involucrados.
“Un puente demasiado lejano” escrito por Cornelius Ryan es un
libro excepcional entre otras cosas porque fue confeccionado a través de
entrevistas que mantuvo su autor con algunos de los protagonistas de la batalla
por Holanda. Entre ellos el comandante del II Cuerpo Panzers, de la SS, Obergruppenführer Wilhelm Bittrich.
· Septiembre de 1944, a 38
kilómetros al oeste de Oosterbeek, en el Cuartel general de su II Cuerpo de
Panzer de la SS, instalado en un pequeño castillo a las afueras de Doetinchem,
Bittrich reorganizar sus divisiones tras la batalla de Normandía:
Ardiente
nazi en otro tiempo, Bittrich denunció acremente la orden (enviar una de sus
destrozadas Divisiones de regreso a Alemania). Estaba “harto de las órdenes de
Berlín y de los sicofantes que rodeaban a Hitler y se entregaban a toda clase
de farsas”. Valeroso y competente, Bittrich se había pasado la mayor parte de
su vida adulta vistiendo de uniforme. En la Primera Guerra Mundial, había
servido como teniente en las fuerzas aéreas alemanas y había sido herido dos
veces. Después, trabajó varios años en la oficina de un corredor de Bolsa. Luego,
se alistó nuevamente en las fuerzas armadas y pasó a formar parte de un grupo
secreto de las fuerzas aéreas alemanas y se pasó ocho años enseñando a los
rusos a tripular aviones. Cuando Hitler subió al poder, Bittrich se alistó en
la recién creada Luftwaffe, pero, hacía mediados de los años treinta, se pasó a
la Waffen SS, donde los ascensos eran
más rápidos.
En Normandía,
comenzó a vacilar la fe de Bittrich en el caudillaje de Hitler. Apoyaba al
mariscal de campo Rommel contra la “demente filosofía de lucha hasta el último
hombre”. En cierta ocasión, confió a Rommel que “estamos siendo tan mal
dirigidos desde arriba que ya no puedo llevar a cabo órdenes descabelladas.
Nunca he sido un robot, y no tengo intención de convertirme en uno”. Tras la
conspiración del 20 de julio, al enterarse de que su antiguo comandante, el
capitán general Eric Hoepner, había sido condenado como conspirador a morir
ahorcado, Bittrich, enfureció, dijo a los miembros de su Estado Mayor que “éste
es el día más negro para el Ejército alemán”. No tardaron en llegar a Berlín
las explícitas críticas de Bittrich a la jefatura militar de Hitler. Como más
tarde recordó Bittrich, “mis observaciones fueron comunicadas al jefe de las
SS, el Reichführer Heinrich Himmler,
y el nombre de Bittrich no volvió a ser mencionado en el Cuartel General de
Hitler”. Sólo la inminencia del derrumbamiento del frente alemán en el Oeste,
situación que necesitaba de la pericia de Bittrich, y la actitud de comandantes
que simpatizaban con él, le había salvado de la destitución. Aun así, Himmler
continuaba “deseoso de que yo volviera a Alemania para sostener un cambio de
impresiones”. Bittrich no se hacía ilusiones sobre la invitación de Himmler. Y
tampoco Model estaba decidido a mantener a Bittrich en el Oeste y se negó en
redondo a tomar en consideración las repetidas peticiones de Himmler para que
enviara a Bittrich a Alemania.
(pags.
104-105)
· Domingo
17 de septiembre de 1944, primer día de la operación Market-Garden:
En medio
del pánico y la confusión, el primer oficial alemán que dio la alarma fue el
general Wilhelm Bittrich, comandante del II Cuerpo de Panzers de la SS. A las
1,30 de la tarde, Bittrich recibió su primer informe de la red de
comunicaciones de la Luftwaffe en el sentido de que tropas aerotransportadas
estaban tomando tierra en las proximidades de Arnheim. Un segundo informe, que
llegó minutos después, citaba Arnheim y Nimega como zona de asalto. Bittrich no
pudo encontrar a nadie en el Cuartel General del mariscal de campo Model,
instalado en el “Tafelberg”, en Oosterbeek. Tampoco pudo ponerse en contacto ni
con el comandante de la ciudad de Arnheim ni con el general Student, en su
Cuartel General de Vught. Aunque la situación era oscura, Bittrich pensó
inmediatamente en el 15º Ejército del general von Zangen, la mayor parte del
cual había pasado a Holanda tras cruzar la boca del Escalda. “Mi primer
pensamiento fue que aquel ataque aerotransportado estaba destinado a contener
al ejército de von Zangen e impedir que se reuniera con el resto de nuestras
fuerzas. Entonces, probablemente, el objetivo sería un avance del ejército
británico a través del Rhin y hacia el interior de Alemania.” Si su
razonamiento era correcto, Bittrich creía que la clave de tal operación serían
los puentes de Arnheim-Nimega. Inmediatamente, alertó a las Divisiones Panzers
de la SS 9º Hohentaufen y 10ª Frundsberg.
El
teniente coronel Walter Harzer, comandante de la Hohentaufen, asistía al almuerzo que tenía lugar tras la
condecoración del capitán Paul Gräbner y se hallaba “en medio de la sopa”
cuando le llegó la llamada de Bittrich. Sucintamente, Bittrich explicó la
situación y ordenó a Harzer “efectuar una acción de reconocimiento en la
dirección de Arnheim y Nimega”. La Hohentaufen
debía ponerse en marcha inmediatamente, ocupar la zona de Arnheim y destruir
las tropas aerotransportadas existentes al oeste de Arnheim, carca de
Oosterbeek. Bittrich advirtió a Harzer que “es imperativa una acción rápida. La
ocupación y afianzamiento del puente de Arnheim revisten decisiva importancia”.
Al mismo tiempo, Bittrich ordenó a la división Frundsberg – cuyo comandante, general Harmel, se encontraba en
Berlín – que avanzara hacia Nimega, “para tomar, sostener y defender los
puentes de la ciudad”.
(pags.
168-169)
Bittrich
puso inmediatamente a Model al corriente de la última información recibida por
el II Cuerpo de Panzers de la SS. No emergía aún una imagen clara de la que se
proponían los aliados, pero Bittrich expuso a Model su propia teoría: que el
asalto iba dirigido a contener al XV Ejército, mientas el Segundo Ejército
británico avanzara hacia el Ruhr. Para ello, los aliados necesitarían capturar
los puentes de Nimega y Arnheim. Model discrepó por completo. El puente de
Arnheim no era el objetivo, dejo. Aquellas tropas aerotransportadas cambiarían
de rumbo y seguían una dirección nordeste hacia el Ruhr. La situación, creía
Model, era todavía demasiado oscura para extraer conclusiones definitivas. Le
desconcertaba la cuestión de por qué habían desembarcado fuerzas aerotransportadas
en la zona de Nimega. Sin embargo, dio su aprobación a las medidas que Bittrich
ya había tomado.
Bittrich
insistió sobre la cuestión de los puentes. “Herr mariscal, solicito
enérgicamente que los puentes de Nimega y Arnheim sean inmediatamente destruidos”,
dijo. Model le miró asombrado. “No serán destruidos – le dijo a Bittrich con
firmeza –. Cualquiera que sea el plan inglés esos puentes pueden ser
defendidos. No. Definitivamente, no. Los puentes no serán volados.”
(pags.
189-190)
Cuando
llegó Harmel, Bittrich empezó inmediatamente a exponer la situación. Iracundo y
frustrado, se inclinó sobre sus mapas. “Los ingleses han aterrizado aquí, al
oeste de Armheim – le dijo s Harmel –. No tenemos ni idea de cuál es su
verdadera fuerza ni sus intenciones.”
(…)
Al salir
del Cuartel General, Harmel preguntó a Bittrich: “¿Por qué no destruir el
puente de Nimega antes de que sea demasiado tarde?” El tono de Bittrich fue
irónico. “Model se ha negado en redondo a considerar la idea. Tal vez lo
necesitemos para contraatacar.” Harmel se le quedó mirando estupefacto. “¿Con
qué?”, preguntó.
(pags.
217-218)
· Viernes
23 de septiembre, durante la reducción del “der
hexenkessel” el caldero de brujas de Oosterbeek.
El
comandante Richard Stewart, de la Primera Brigada de Desembarco Aéreo, tras ser
capturado y descubrirse que hablaba con toda fluidez el alemán, fue llevado a
un gran Cuartel General. Recuerda vívidamente al oficial que se encontraba al
mando. El general Bittrich “era un hombre alto y flexible, probablemente de
poco más de cincuenta años, vestido con un largo capote de cuero negro y
gorra”, recuerda Stewart. Bittrich no le interrogó. “Simplemente, me dijo que
quería que yo acudiese al comandante de mi división y le convenciera para
rendirse a fin de salvar a la división de ser aniquilada.” Stewart se negó
cortésmente. El general se lanzó a “una larga disertación. Me dijo que estaba
en mis manos salvar a mis compañeros.” De nuevo, Stewart respondió: “No puedo
hacerlo.” Bittrich le insistió una vez más. Stewart pregunto: “Señor, si
estuviera usted en mi lugar, ¿cuál sería su respuesta?” El comandante alemán
meneó lentamente la cabeza. “Mi respuesta sería que no.” “Ésta es también la
mía”, dijo Stewart.
Aunque Bittrich
“nunca había visto a unos hombres luchar tan encarnizadamente como los
británicos en Oosterbeek y Arnheim”, continuaba subestimando la determinación a
de los soldados de Urquhart (…)
(pag. 382)
· Sábado
24 de septiembre, durante las negociaciones para acordar una tregua y evacuar
a los heridos británicos de Oosterbeek:
Al
regresar los alemanes, “todo el mundo se cuadró y hubo mucho Heil Hitler”.
Entró el general Bittrich, con la cabeza descubierta y vistiendo su largo
capote de cuero negro. “Se quedó solo unos momentos”, recuerda Wolters.
Observando a los dos hombres, Bittrich dijo: Ich bedaure seht diesen Krieg zwischen unseren Vaterländern
(lamento esta guerra ente nuestras dos naciones). El general escuchó en
silencio el plan de evacuación de Warrack y dio su consentimiento. “Accedí –
dice Bittrich –, porque un hombre no puede perder toda su humanidad, siempre,
naturalmente, que posea tales sentimientos, ni aun durante la lucha más
encarnizada.” Luego Bittrich entregó a Warrack una botella de coñac. “Esto es
para su general”, dijo a Warrack y salió.
(pags.
416-417)
Wolters
era el oficial holandés agregado a la 1ª División Aerotransportada británica, mientras
que Warrack era el oficial médico de la división.
Wilhelm
Bittrich había liderado la 2ª División SS Das
Reich como SS-Brigadeführer a
partir del 19 de octubre de 1941. Desde el 1 de mayo de 1942 a febrero de 1943
se encargó de la formación de la 8ª División de caballería Florian Geyer, cuando se le entrego el mando de la 9ª División
Panzer SS Hohenstaufen. El 1 de mayo
de 1943 fue ascendido a SS-Gruppenführer
de las Waffen-SS. El 29 de junio de
1944, mientras luchaba en Normandía, se le entró el mando del II. SS-Panzerkorps y el 1 de agosto el
ascenso a SS-Obergruppenführer, junto
a las hojas de roble de la Cruz de Caballero. Tras la batalla de Arnhem
participó en la batalla de las Ardenas, para ser trasferido a Hungría en
febrero de 1945. El 2 de abril recibió órdenes de OKW de mantener Viena “hasta
el último aliento”. Aun así desobedeció y se retiró de la ciudad siguiendo en
Danubio. Para él Viena ya estaba perdida y no tenía sentido someterla a un
combate inútil, por lo que evitó la destrucción de la ciudad y el cerco de sus
propias tropas retirándose hacia el oeste. El 8 de mayo se rindió a las fuerzas
norteamericanas del general Patton.
Según el
historiador Heinz Hohne, la noche del 15 de julio de 1945 mantuvo una reunión
con el generalfeldmarchall Erwin
Rommer, con respecto al complot contra Hitler, en la que le dijo: “si llega el caso, yo personalmente y todo mi
cuerpo de ejército estaremos a sus órdenes, mi Mariscal. Mis oficiales piensan
lo mismo que yo”. Según sus propias memorias se convenció de la
inevitable derrota tras la pérdida del 6 Ejército en Stalingrado. Durante la
guerra se le conocía como “el hombre más sarcástico de Alemania”. Albert Speer
escribió en su diario las quejas de Bittrich hechas inmediatamente después de
la operación Market-Garden: “Su violenta denuncia del partido era aún más
impactante al venir de un general de las SS”.
Tras la
guerra fue entregado a las autoridades francesas que le cometieron a un juicio
por crímenes de guerra al acusarle de ser el responsable de la ejecución de 17
miembros de la resistencia de Nimes por parte de la feldgendarmerie de la división Hohenstaufen.
Durante el juicio quedó demostrado que Bittrich no solo se enteró de los hechos
una vez ya se había cometido el fusilamiento, sino que tomó medidas penales
contra los responsables de aquel acto. Aun así se le condenó a 5 años de
prisión ya que el jefe divisionario es el responsable de los actos de sus
subordinados.
Bittrich
murió en Wolfratshausen, Alemania, el 19 de abril de 1979, a la edad de 85 años.
Fragmentos: Un puente lejano de Coneleius Ryan.
Me parece buena idea, esta nueva sección sobre soldados. Y empezarla con Bittrich, todo un acierto. Para mí, uno de los mejores comandantes alemanes de toda la guerra, cuya destreza táctica durante la batalla de Arnhem, habla por sí sola. Un militar inteligente y capaz, de pies a cabeza. Junto a Felix Steiner, fue uno de los escasos altos oficiales de las Waffen SS, que se comportaron dignamente durante la guerra, pese a ser luego acusado en Francia de crímenes de guerra, por su responsabilidad en la jefatura de la División.
ResponderEliminarUn saludo, Llorenç
Gracias Gluntz!
EliminarLa verdad es que la idea era hacer una sección algo diferente, poner las biografías (a través de los textos de los libros) de dos oficiales u soldados que se hubieran enfrentado. Algo así como “Enfrentados”. Pero al final me quedó una perspectiva más amplia de Bittrich (que debía de haberse enfrentado a otra figura legendaria de Market-Garden, el general Stanislaw Sosabowski) o lo que es lo mismo, al transcribir el texto me quedó muy largo. Además poner como fue visto por sus propios adversarios, también da una mayor visión del personaje, lo que me pareció muy interesante. Y así se quedó su biografía y la inauguración de Soldados.
Por otro lado Bittrich es lo suficientemente interesante para rellenar solo una entrada en el blog. Y de paso ampliaba un poco la visión que nos da Ryan de Bittrich, al que tuvo la suerte de entrevistar para su libro, todo un lujo, como él mismo admite.
P.D.: El inteligente paracaidista Sosabowski no se quedará sin su propia entrada.