El
asedio de Leningrado, ciudad a orillas del Neva, cuna de la Revolución de
Octubre, joya cultural de Rusia, duró 872 días. Hitler, en un acto de infinita
crueldad como solo él podía hacer, quiso someter a sus habitantes por el hambre
y ordenó mantener un bloqueo total. Los padecimientos sufridos por la población
civil son indescriptibles. Sin una suficiente preparación por parte de las
autoridades soviéticas, su negligencia y su falta total de insensibilidad,
unido al bloqueo alemán, se desconoce con exactitud cuántos ciudadanos de
Leningrado murieron durante todo el asedio. El sufrimiento de los habitantes es
una de las páginas más oscuras de la negra historia del Frente del Este en la
2ª Guerra Mundial.
Elena
Martilla era estudiante de bellas artes en Leningrado cuando se produjo el
asedio de la ciudad. El profesor de esta artista de 18 años le dijo: «Sal y dibuja todo lo que veas… tenemos que
preservar esto para la humanidad. Hay que advertir a la generaciones venideras
sobre el deleznable horror de la guerra».
Y eso
hizo.
Tras la
guerra se vio obligada a esconder su cuaderno de dibujos del asedio para que no
lo encontrara la NKVD. Llegada la década de 1980 tan sólo se le permitió enseñar
un par de dibujos; le dijeron que eran demasiado «psicológicos», demasiado «pesimistas».
Años más tarde, en 1991, recibió una invitación de una importante galería de
arte para exhibir todas sus obras. La invitación procedía de Berlín.
Por
primera vez en su vida, Martilla vio sus dibujos del asedio, más de ochenta,
expuestos en tres salas separadas. Durante la exposición conoció a algunos de
los veteranos alemanes que habían participado en el sitio. «Las palabras
sobraron», dijo Martilla. «Podía leerlo en su ojos: “Yo estuve en Leningrado”.»
Recorrió la exposición con algunos de ellos, que le preguntaron sobre la vida
en la ciudad asediada; a continuación, se detuvieron. «Permanecieron allí
quietos, con lágrimas en los ojos», recordó Martilla. Después, uno de ellos dio
un paso al frente. «Le pedimos que nos perdone», dijo. «Nada de esto era
necesario desde el punto de vita militar. Tratamos de acabar con sus vidas,
pero nos destruimos a nosotros mismos como seres humanos. En nombre de todos
nosotros, le pido que nos perdone.» A medida que oía estas palabras, a Martilla
le vino a la cabeza otro recuerdo del asedio: la cruel indiferencia de las
autoridades de Leningrado hacia el sufrimiento de los habitantes de la ciudad.
Ellos nunca pidieron perdón. «La guerra es terrible –contesto–, pero mi lucha
es contra el fascismo, no contra el pueblo alemán. Y el fascismo existe en
todos nosotros.»
(Pag. 325)
La cifra
oficial de fallecidos en el asedio por frío, hambre y los ataques alemanes es
de 632.252 civiles. Dmitry Likhachev, superviviente de la ciudad, se preguntó
internamente “¿Quién se encargó de contar a los que se hundieron bajo el hielo,
a los que fueron recogidos por las calles y llevados directamente a los
depósitos de cadáveres y de los pueblos cercanos que habían huido a Leningrado?
¿Y con el resto, con los refugiados que no tenían papeles, que murieron sin
cartillas de racionamiento en las viviendas sin calefacción que se les
asignaron?”. (Pag. 321).
Otras fuentes indican que la cifra real se encuentra
entre millón y medio y dos millones de civiles muertos. La mayoría fueron
enterrados en fosas comunes, muchas de ellas situadas en el cementerio
Piskarióvskoye. En uno de sus muros se puede leer un poema de Olga Berggolts:
Aquí yacen leningradeses:
Aquí hay ciudadanos – hombres, mujeres y niños
Y junto a ellos, los soldados del Ejército Rojo.
Ellos, defendieron Leningrado,
La cuna de la Revolución
Con todas sus vidas.
No podemos enumerar sus nobles nombres aquí,
Hay muchos de ellos bajo la protección eterna de granito.
Pero sabed esto, aquellos que consideran estas piedras:
Nadie se olvida, no se olvida nada.
Autor: Michael Jones
Título: El sitio de Leningrado. 1941-1944
Editorial: Memoria Crítica
Aproximación personal:
Los dibujos de Elena Martilla son estremecedores, y
varios de ellos acompañan el libro de Michael Jones editado por Memoria
Crítica. Cada uno de ellos guarda una terrible historia y nos muestran el
sufrimiento de seres inocentes dibujados por una de las personas que los
padeció.