jueves, 30 de mayo de 2013

Europa en guerra


Guerra total


El trabajo del historiador (y del aficionado, si se me permite añadirlo) es analizar los hechos acontecidos en el pasado para su estudio y comprensión de las generaciones presentes y futuras (como ya había comentado enBerlin 1945.La caída). Pero también es el de catalogar y cuantificar esos sucesos que estudia. De esa manera podemos valorar, en retrospectiva y de una manera ecuánime que acontecimiento tiene mayor importancia que otro. Estadística y matemáticamente, con números fríos e inhumanos, podemos medir claramente aspectos logísticos, económicos e incluso militares. La producción armamentística (la economía y la logística) es la más fácil de especificar y existen muchas tablas de avión, tanques o barcos construidos. También existen los recuentos de los soldados movilizados por todas las naciones beligerantes o de los fallecidos. ¿Pero con qué criterio podemos juzgar uno u otro frente, una batalla y no otra (en todas se perdieron valiosísimos vidas de seres humanos irremplazables) y por tanto cuantificar y catalogar los esfuerzos de cada bando para decantar el resultado a su favor? En su libro Norman Davies nos ofrece un cálculo interesante en las páginas 47-49 de su libro:

“La primera preocupación del historiador, por lo tanto, no es ni el potencial ni la capacidad, sino el despliegue de fuerzas. Es preciso saber qué tropas se situaron en qué lugar, en que momento, por cuánto tiempo y en qué cantidad. El análisis del despliegue de fuerzas a pequeña escala explica el desenlace de una batalla o de una campaña; a gran escala, permite apreciar la forma y el tamaño de la guerra y la importancia relativa de las partes que la componen. Como guía – aunque imprecisa – puede utilizarse el número de combatientes y el número de meses que duró la batalla o campaña. Si, por ejemplo, nos fijamos en la primera campaña de la guerra, Polonia (1 de septiembre -5 de octubre de 1939), veremos que 800.000 soldados polacos trataron de contener durante cinco semanas a 1,250.000 alemanes. De ahí obtendríamos 800.000 x 1,25 o un millón de hombres por meses para los polacos y 1.250.000 x 1,25 o 1,56 millones de hombres por meses para los alemanes, y un total de 2,56 millones de hombres por mese para ambos bandos. La campaña de Finlandia de 1939-1940 arroja una cifra de nueve millones de hombres por meses: 300.000 fineses y 1,2 millones de soviéticos se enfrentaron durante seis meses entre noviembre de 1939 y marzo de 1940.

(…) por improvisado que puede parecer, el indicador «despliegue activo de fuerzas» permite al historiador determinar el peso relativo de las sucesivas campañas y, a partir de ahí, la dimensión global de las operaciones en su conjunto. Tras cuantificar la campaña finlandesa, por ejemplo, es fácil desechar de una vez la afirmación de los soviéticos de que se trató de una especie de escaramuza fronteriza…”

Campaña:                                                                 Hombres por meses (en millones)
Polonia (1939)                                                                                  2,56
Finlandia (1939-1940)                                                                     9,00
Escandinavia (1940)                                                                        0,04
Europa occidental (1940)                                                                9,00
Frente del este (1941-1945)                                                       406,00
Norte de África (1941-1943)                                                           5,00
Italia (1943-1945)                                                                             4,40
Frene occidental (1944-1945)                                                      16,50


Pero estas cifras no reflejan o no pueden aclararnos otros aspectos intangibles del conflicto como pueden ser los aspectos políticos y éticos que también están entrelazados con el resto de  sucesos de la 2ª Guerra Mundial. ¿Realmente fue una lucha entre el Bien (los Aliados) y el Mal (las fuerzas del Eje)?

Stalin formaba parte de la Gran Coalición llamada los Aliados, pero el régimen que dirigía había implantado una red de campos de concentración que nada tenían que envidiar a los konzentrationslager (no había equivalentes a los vernichtungslager o campos de exterminio, como Majdanek o Sobibor, ideados exclusivamente para el asesinato en masa) de las SS nazis. Y la NKVD dirigida por Lavrenti Beria utilizaba los mismos métodos que la Gestapo de Reinhard Heydrich para reprimir a su pueblo y a las naciones conquistadas. El terror desplegado por Stalin además se extendió más tiempo y las víctimas cuantitativas fueron mucho mayores que las perpetradas por los secuaces de Hitler y aun así es uno de los tres grandes que se alzaron con la victoria en 1945.

Si partimos de la base que entre los Aliados había un asesino en masas igual de brutal que Hitler: ¿eran estos la fuerza del Bien que venció al Mal que encarnaban los nazis? Los paladines de la libertad y la democracia se unieron al enemigo de su enemigo. Churchill fue muy explícito: “Si Hitler invadiera el infierno, me gustaría hacer al menos una referencia favorable al Diablo en la Cámara de los Comunes”. Hizo algo más que eso. Antes de que fuera atacada durante la operación Barbarroja la Unión Soviética invadió (con la complicidad de Hitler) media Polonia (que no devolvió en 1945), poco después atacó al estado neutral de Finlandia (lo que casi le lleva a la guerra contra Gran Bretaña y Francia) y se anexionó los tres estados Bálticos. Por lo que la URSS era un país agresor, al igual que la Alemania de Hitler. Al finalizar la contienda la NKVD usó muchos campos de concentración alemanes (Auschwitz y Mauthausen, por ejemplo) para los mismos fines y muchos de los prisioneros que había sobrevivido al durísimo cautiverio alemán y miles de esclavos secuestrados de sus hogares acabaron en la red de los campos de Gulag como el infame Vorkuta, con el pretexto de haberse rendido (un crimen equivalente a la traición) en el caso de los soldados y por haber estado, en el caso de los civiles, en contacto con el mundo capitalista y podrían haber sido influenciados por este.

Tampoco hay que olvidar la campaña indiscriminada de bombardeo sobre Europa y Alemania por parte de la RAF y la USAF. La destrucción de la ciudad de Dresde en las postrimerías de la guerra es el máximo ejemplo de esa barbarie.

La guerra es gris y espesa como la niebla matinal, que nos impide ver y amortigua el sonido de lo que rodea, tal vez del grito de los inocentes.


La obra:
El libro está dividido en seis partes: Interpretación: un análisis (a modo de introducción) objetivo sobre diversos conceptos políticos, estadísticos e ideológicos sobre la guerra más devastadora que ha sufrido Europa en el siglo XX. Guerra: donde se describen las acciones militares. Política: con la descripción de las decisiones políticas que dominaron el conflicto. Soldados: donde hace un repaso a temas tan dispares como la identidad, el alistamiento, las mujeres, los generales, las armas, la disciplina o los servicios de inteligencia, las bajas o los prisioneros de guerra. Civiles: nos describe también lo ocurrido a diversos grupos que estuvieron involucrados en la conflagración como los niños, los periodistas, los amantes, los presos, los desposeídos, las mujeres, el clero o los traidores, así como los sucesos que les afectaron como las matanzas, los bombardeos o la liberación. Retratos nos hace un repaso a la manera se veía la guerra en aquellos años y como se ha recordado a través de la historiografía, la literatura o el cine. Y la parte final de Inconclusiones donde cierra su extenso ensayo, en el que Norman Davies quería poner los “puntos sobre las íes” sobre algunos aquellos aspectos  algo peliagudos de la guerra en Europa. Como experto en el frente del Este, Davies reivindica por un lado el mayor peso en la lucha que tuvieron los combates entre alemanes y soviéticos. Y no nos deja olvidar que el régimen soviético con su infame NKVD y los campos del Gulag fue tan perverso como la Gestapo y los campos de concentración de las SS.

El único inconveniente es que el autor ha querido englobar muchos temas en su ensayo y en la parte de Soldados y Civiles puede parecer que queda algo superficial. Sobre todo si uno de los apartados sea de más interés para el lector. Aun así lo interesante del libro es precisamente la combinación de los factores: militares, políticos y morales, junto a una visión fugaz de lo que padecieron tanto soldados, como civiles.



La edición:
El subtítulo del libro en la edición de Planeta reza: “¿Quién ganó realmente la segunda guerra mundial?”. Esta frase es engañosa y apócrifa. El subtítulo de la obra en inglés es: “no simple victory” o lo que es lo mismo: “ninguna victoria sencilla”. Lo cual es más acorde a la obra de Davies, ya que este, en ningún momento se pregunta la cuestión de quién ganó la guerra.  Intenta analizar precisamente lo complejo que puede llegar a ser una victoria en sus aspectos políticos, al desembocar la contienda en el mundo divido de la Guerra Fría y morales ya que uno de los vencedores: Stalin, gobernado un régimen tan brutal como el de Hitler y que a la postre duró cuatro décadas más.


Aproximación personal:
El libro de Norman Davies es un libro amplio (sus 711 páginas así lo atestiguan) por lo que permite tocar diversos temas muy interesantes. La ética y la moral es una parte fundamental y lo primero que hace es desmitificar el lado aliado, dejando claro que los estados democráticos se asociaron con el diablo al unir esfuerzos con Stalin, el líder de un estado totalitario y tan monstruoso como Hitler y su Alemania nazi. Y que esa ambivalencia de ver lo malo en el enemigo y obviar lo mismo en el aliado ha perdurado en el tiempo: “… la Ley de Crímenes de Guerra británica (1991) fue elaborada muy cuidadosamente para excluir de su ámbito acontecimientos como Katyn …” (pág. 37) “… limita su ámbito a crímenes «cometidos por alemanes o en territorio ocupado por los alemanes».” (pág. 105).

También quiere demostrar que fue el enfrentamiento en el frente del Este el más importante (en cifras cuantitativas) para decantar la balanza de la guerra. Ya que como él mismo indica, la importancia de los acontecimientos siempre será relativa dependiendo para quien la vea: para los franceses será las campañas libradas en su país, y al igual sucederá para un serbio, un griego o un polaco. Pero lo más interesante es que ha englobado en un contexto interrelacionado las facetas militares y políticas, así como la involucración en la guerra, de una manera u otra, de millones de civiles europeos, junto con un pequeño repaso a como se ha visto el conflicto posteriormente a su final.

De esta manera nos hace ver que la 2ª Guerra Mundial fue una guerra total, usando las palabras de Joseph Goebbels en su discurso del 18 de febrero de 1943. Obviamente el hombre ha librado otras muchas guerras totales, pero esta se puede considerar que llevó este concepto a su máxima expresión. ¿Pero que encierra el concepto de guerra total? Teóricamente es cuando una nación moviliza y fuerza hasta el límite todos sus recursos a su alcance: humanos, militares y civiles, industriales, agrícolas, naturales, tecnológicos, científicos, materiales y morales con el objetivo de librar un conflicto. Pero el concepto viene de las categorías de Carl von Clausewitz sobre la guerra. Curiosamente este abogaba por un concepto filosófico sobre una guerra absoluta, donde el conflicto estuviera libre de cualquier restricción política. Precisamente lo contrario de lo que es la 2ª Guerra Mundial, donde todas las naciones beligerantes tomaron sus decisiones desde un punto de vista y una motivación política por sus dirigentes, como nos deja claro Davies en su texto. En este caso Goebbels debería haber citado otro célebre concepto de Clausewitz: «la guerra es la continuación de la política por otros medios». Sin dejarnos de olvidar la parte moral y ética de quienes tomaron estas decisiones o de los regímenes que gobernaban, haciéndonos llegar a la conclusión que realmente ninguna victoria es sencilla.

LL. C. H.

Puntuación: 5 (sobre 5)
Título: Europa en guerra. 1939-1945
Título original: Europe at war 1939-1945: No simple victory
Autor: Norman Davies
Traductor: Amador Diéguez
Año: 2006
Editorial: Editorial Planeta (2008)
Páginas: 711
ISBN: 978-84-08-07940-8


Links de interés:

http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_total

jueves, 23 de mayo de 2013

La batalla de las Ardenas


La última apuesta


                Con las primeras luces del alba, el caos en las carreteras que conducen al frente es mayúsculo. Los embotellamientos se extienden a lo largo de kilómetros y durante horas –horas que al principio de la ofensiva tiene un valor incalculable– los oficiales suplen a la Feldgendarmerie intentando poner un poco de orden al caos en ese desastre.
                Afortunadamente le está muy cubierto, lo que impide a la aviación Aliada llevar a cabo una masacre a lo largo de esas pequeñas carreteras repletas de vehículos inmovilizados, que parecen clavados en la nueve bajo un frío polar. Se oyen juramentos y órdenes «Vorwärts! Vorwärts! » –¡Adelante!–. Pero, ¿adelante hacia dónde? La poderosa maquinaria de guerra alemana está bloqueada, agarrotada, devorada por el barro. Habrá que esperar en algunos puntos del frente hasta el final del día –es decir, con unas diez o doce horas de retraso– para descongestionar las rutas que atraviesan los bosques del Eifel. ¡Cuánto tiempo perdido! ¡Cuántas oportunidades malgastadas! La confusión domina allí donde la sorpresa era sumamente esencial al principio de una ofensiva, especialmente en este caso, tan frágil en su concepción y cuyo factos esencial es la rapidez.
(Pág. 124)


                La concepción, la elaboración y la realización de la ofensiva son por sí mismas un auténtico reto. Ha sido necesario buscar tropas hasta en Noruega e Italia. El OKW ha tenido que buscar en el fondo del armario. El cuanto al material, los carros de combate especialmente, apenas ha sido testado a la salida de las líneas de producción. Muchos vehículos quedan averiados: muchos tienen la caja de cambios rota debido a la inexperiencia de los jóvenes conductores.
                El problema de las reservas demuestra una lógica aplastante: cuando no hay hombres, no hay reservas. A pesar de los bombardeos sistemáticos de los Aliados, Alemania produce una mayor cantidad de material de guerra –ejército, marina y fuerza aérea– en 1944 que el año anterior. Pero el Tercer Reich ha perdido durante el mismo lapso de tiempos tres millones de hombres… De este modo, la ofensiva de las Ardenas sufre de una falta de reservas lo suficientemente importante como para que pierda credibilidad. Las reservas humanas de que se dispone son incapaces de alimentar semejante operación, que debe llevar a sus fuerzas motorizadas hasta el mar del Norte. De cara a los tres ejércitos serían necesarias diez divisiones de refuerzo, formados por hombres aguerridos. ¡Qué lejos están de ello!
(Pág. 135)


(…) el simple soldado estadounidense ha abandonado su “complejo” de los primeros días de la ofensiva. Reacciona, hace demostración de su iniciativa. Ha frenado la ofensiva ante la sorpresa de los alemanes que hasta este momento habían considerado, no sin cierto desprecio, que el soldado estadounidense era mediocre.
                Para los alemanes el descubrimiento supone un trauma. La batalla de las Ardenas ha revelado el valor de los simples soldados de más allá del Atlántico, y la sangre fría y la agresividad de sus oficiales. En cuando a los generales, desde el simple general de brigada, como McAuliffe, hasta el general supremo, Eisenhower, han recibido en la Escuela Militar esta directiva –eterno principio básico de las enseñanzas militares del francés Guibert y del alemán Clausewitz–: en la guerra el último objetivo es batir al adversario. Es simple, pero hay que llevarlo a cabo. Los generales estadounidenses lo aplican al pie de la letra en las Ardenas.
                Menos de ocho días después de la formidable ofensiva de los alemanes, los norteamericanos pasan al ataque con un brío, una audacia y una ciencia de la estrategia que mueven a admiración. Montgomery solicita tres meses para poner al Primer Ejército de Hodges en situación de pasar a la ofensiva. Bradley y Patton demuestran que, a pesar del mal tiempo y los problemas logísticos inherentes a las grandes unidades es posible contraatacar en plena ofensiva enemiga.
(Pág. 201-202)



La obra:
Michel Herubel nos introduce en la batalla de las Ardenas a través de diversos episodios. Cada capítulo está centrado en un acontecimiento relacionado con la batalla: el primero nos pone en antecedentes de la retirada alemana de Francia. El segundo no narra el avance de las tropas alemanas a trasvés de las Ardenas en diciembre de 1944. El tercero regresa al momento de la planificación de la operación Wacht am Rhein (Alerta en el Rin), para continuar con la descripción de la implicación de algunos de sus protagonistas: Skorzeny (capítulo 4), Walter Model (capítulo 5), Heinrich Himmler (capítulo 6), von der Heydte (capítulo 11) o centrados en diversos acontecimientos de la batalla: las reticencias de los altos oficiales (capítulo 7 y 8), la operación Greif (capítulos 10 & 18), la ruptura de Peiper (capítulo 14), o los combates de Saint-Vith o Bastogne (capítulo 15 & 19), así como las reacciones de los aliados, tanto militares (capítulo 13 & 21), como las incendiarias declaraciones de Montgomery (capítulo 24). El resultado es un relato de los acontecimientos más importantes, pero algo deslavazado, en ocasiones demasiado fragmentado y poco relacionado entre sí. Nos ofrece una visión desde diversos puntos de vista, tanto de los soldados de a pie, como de las discusiones en las esferas de mando, pero no está entrelazado y por desgracia apenas contiene un análisis más allá de los hechos ocurridos en los fríos días de la navidad de 1944, cuando Hitler (y con él Alemania) hizo su última apuesta de la guerra.



La edición:
El ejemplar que tengo es la primera edición de bolsillo de Books4pocket, que tiene una serie de mapas antes de empezar el texto y que no tienen una conexión con el resto de la obra. No se indica en que parte del texto se narran los acontecimientos allí señalados. Obviamente sí dicen a qué acción pertenecen: avance la 7ª div. acorazada a St. Vith o la acción en Trois Ponts, pero podían estar allí, como en cualquier otra parte. Más interesante hubiera sido distribuir algunos de estos mapas dentro de la narración del libro, lo que por lo menos les hubiera dado un atractivo de ilustrar el texto. Además faltan lo Notas de los capítulos del 8 al 13, que desconozco si en otras ediciones también carecen.


Aproximación personal:
Otoño de 1944, los Aliados occidentales han perdido el empuje que cogieron tras salir de la cabeza de playa de Normandía y se han detenido (importante: no han sido detenidos, se han parado) por falta de un volumen suficiente de suministros. El Ejército Rojo tras ocupar Polonia ha avanzado hacia los Balcanes, encontrándose a las puertas de Reich en la frontera de Prusia Oriental y el río Vístula. Hitler, un consumado jugador, decide lanzar su última apuesta, organiza un nuevo ejército y los lanza por el mismo terreno de los espesos bosques de las Ardenas, que en 1940 había desconcertado a sus enemigos, para intentar dividir a los ejércitos Aliados. Los mariscales de campo von Rundstedt y Model, el general von Manteuffel (pág. 78-80), y su ministro de armamento Albert Speer (pág. 47-48), desaconsejan la ofensiva que terminara con las paupérrimas reservas y las limitadas posibilidades de Alemania de resistir. Pero Hitler ya no está en sus cabales, la decisión fue tomada tras los favorables augurios de su astrologo personal Karl Ernest Krafft (pág. 49). Lo sorprende y seguirá sorprendiendo a las generaciones futuras es que sus generales (altamente profesionales y de reputación contrastada) y su pueblo le siguieran ciegamente.



¿Pero su plan hubiera sido posible? A pesar que los panzer hubieran llegado al Mossa e incluso a Ambares (su objetivo final) las reservas de la Wehrmacht eran inexistentes, en cambio los Estados Unidos tenían una ingente cantidad de soldados y sobre todo de equipo y aviación. Solo era cuestión de tiempo que el fuelle alemán se hubiera agotado para ser detenido (como ocurrió, mucho antes de atravesar el Mossa en realidad), derrotado y expulsado de nuevo del territorio reconquistado. Aunque para franceses y belgas esta segunda ocupación hubiera significado un terrible “shock emocional”, esta tampoco hubiera durado mucho. Por otro lado, la tan cacareada la tensión y rivalidad entre británicos y americanos no es sino un recelo que tenían los americanos (y no pocos británicos) al populismo y arrogancia de un solo hombre: Benard Montgomery. Aunque este podía soltar bravata tras bravata, su máximo superior sabía perfectamente que la alianza con Estados Unidos era algo indisoluble, imprescindible e imposible de romper si se quería ganar la guerra. Churchill y su gabinete no hubieran sacrificado en diciembre de 1944 su alianza con EEUU para conservar a Montgomery en su puesto. Lo hubieran sacrificado por el bien de la victoria final de Alemania, que por otro lado ya estaba al alcance. Aunque mermadas las confianzas mutuas (ya lo estaban en aquel momento tras la desastrosa operación Market-Garden) la ofensiva Wacht am Rhein no creo que hubiera roto la coalición anglosajona que pretendía Hitler.

LL.C.H.




Puntuación: 3 (sobre 5)
Título: La batalla de las Ardenas
Título original: La bataille des Ardennes
Autor: Michel Herubel
Traductor: Miquel Salarich
Año: 1979 (Presses de la Cité)
Editorial: Inèdita Editores (2006/edi. bolsillo Books4pocket 2007)
Páginas: 314
ISBN: 978-84-96829-43-3